jueves, 16 de mayo de 2024

Quienes somos y Cómo empezó todo

 


Quienes somos y Cómo empezó todo






Un día, en el año 2014, mi hijo Joby, que tiene tres hijas y es programador, me propuso hacer una aplicación para móviles, que tuviese cuentos originales, con ilustraciones también originales y que se pudiesen leer a los niños en cualquier situación.



Le dije que yo podía escribir los cuentos que les contaba a ellos cuando eran pequeños. 



El protagonista era el Hombre Pelo, un personaje que podía volar, desaparecer y que tenía amigos muy especiales como la Alfombra Mágica.



Las ilustraciones las harían mi nieta Violeta de 12 años y su mujer Cristina, que es Profesora de Arte.



Nos pusimos manos a la obra y, en unos pocos meses, pudimos probar la aplicación y los cuentos con un grupo de padres y madres con hijos.



Con todo a punto publicamos la aplicación en el mes de septiembre de ese año. 



Cada cuento es un cuento completo pero que continúa en el siguiente. Y los puedes llevar siempre contigo en el móvil para contárselos en cualquier situación.



Ahora, unos cuantos años después y ya con la web y la app original fuera de Internet, hemos retomado los cuentos y las extraordinarias ilustraciones que hicieron Violeta y Cristina. Y los hemos puesto en un blog.



Posteriormente queremos hacer un libro con los 63 cuentos que publicamos.



Lo anunciaremos cuando esté disponible.



Mientras tanto disfrutad toda la familia, amigos y allegados de este trabajo de la imaginación. 



Pedro Pérez Gómez



Fotografía: Presentación de la App en la sede del Club 567 de Madrid

Capítulo 0 - Presentación del Hombre Pelo

 









Presentación del Hombre Pelo


  • Hay más que lo que vemos
  • Todo es posible, si lo imaginamos
  • Siempre hay alguien dispuesto a echarte una mano


Si alguna vez oís una voz, pero no veis a nadie, no os preocupéis, porque quizá sea El Hombre Pelo. 


El Hombre Pelo es muy, muy fino, tan fino como un pelo, por eso nadie le ve, excepto algunos niños. Esos niños no necesitan verle, porque, al oírle, imaginan cómo es realmente.


El Hombre Pelo está siempre yendo de un lado para otro. Normalmente llevado por el aire que produce su amigo Viento.


Pero sus amigos de verdad son los niños que viven en las casas donde se refugia, huyendo de aquellos que le quieren tirar a la basura cuando le encuentran en la sopa, que le gusta muchísimo. O en el lavabo, cuando se quiere lavar para quitarse el polvo de los viajes. 


Estas personas normalmente dicen: "¡Qué asco, un pelo en la sopa!" o "¡Qué guarrería, pelos en el lavabo!". La próxima vez que oigáis decir eso a alguien, escuchad atentamente. Si oís una voz que proviene de esos lugares, podría ser el Hombre Pelo que ha entrado en vuestra casa y que quiere estar bien comido y muy limpio, para cuando vaya a visitaros a vuestra habitación a contar sus aventuras. Y no os preocupéis si le han tirado a la basura, él está acostumbrado a salir de las bolsas donde normalmente le tiran.


El Hombre Pelo no cree ni en la buena ni en la mala suerte. Le pase lo que le pase, bueno o malo, él se lo toma siempre como si fuese lo mejor que le puede pasar. Aprende de todo y disfruta de la Aventura.


Algo que muy pocos saben es que está enamorado. Él nunca ha hablado con su amada, pero sí la oye entre sueños. A veces cuando está solo y, sobre todo, cuando es feliz. En ocasiones ella parece que se esconde detrás de las hojas de los árboles de los bosques o entre la gente. Cuando se acerca para verla, huye y desaparece. En los momentos difíciles este amor le ayuda a seguir. 


  Uno de los momentos más peligrosos que ha vivido fue en su encuentro con la que después sería su amiga, Águila Real. Casi pierde la vida. Águila le confundió con una lombriz y ... 


Ilustración: Cristina Llorente


Capítulo 1 - El Hombre Pelo y Aguila Real

 




Uno de los momentos más peligrosos que ha vivido el Hombre Pelo fue en su encuentro con la que después sería su amiga, Águila Real. Casi pierde la vida. 


Como ya sabéis el Hombre Pelo debe su nombre a que es tan fino como un pelo. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas son muchas, puedes volar llevado por el viento, puedes hacerte casi invisible, si no te mueves o te metes entre otros pelos de verdad. Pero también te puede dar problemas. 


Uno de eso problemas lo tuvo en su primer encuentro con Águila Real. Águila le confundió con una lombriz, porque se había caído en un suelo lleno de barro. Al intentar salir, se le fue pegando el barro por todo su fino cuerpo que, poco a poco, dejó de ser fino para hacerse más gordo. Ser más grueso y realizar movimientos para escapar le hacían parecer cada vez más una lombriz.


Justo encima de él empezó a volar un águila real que tenía un hambre terrible, porque llevaba unos cuantos días sin nada que llevarse a la boca. Los conejos estaban escondidos y los ratoncitos también. Cuando la veían volar y acercarse se metían en sus madrigueras. Habían aprendido que cuando Águila vuela cerca es para comerse a alguno de ellos. Es la Ley de la Naturaleza. Algunos animales se tienen que comer a otros como alimento para sobrevivir. Pero a los conejos y a los ratoncillos no les hacía ninguna gracia esa Ley. Todos huían despavoridos en cuanto veían algo grande volando en el cielo.


Así que Águila tenía el estómago más vacío que un globo deshinchado. Y como, para poder cazar, las águilas tienen una vista fabulosa, vio desde lo alto que algo se movía, retorciéndose en el barro. Pensó: comida, poca, pero comida. Y, sin dudarlo, se lanzó a volar en picado a por la "lombriz". Que en realidad era el Hombre Pelo lleno de barro. Como estaba pendiente de salir de la trampa en la que había caído, no se dio cuenta de que Águila venía a por él. 


En un abrir y cerrar de ojos, Águila le cogió con el pico y se elevó de nuevo por los aires. El Hombre Pelo, al principio pensó que un amable pajarito le llevaba de paseo por los aires. Estaba encantado de ver esos paisajes, liberado por fin del pegajoso barro en el que se había caído.


Desde la altura se veían las montañas muy pequeñas y los ríos parecían arroyos. Algunas nubes estaban abajo en lugar de arriba. Águila y él estaban en el cielo. Todo muy bonito.


Pero, de pronto, todo se oscureció. Notó algo húmedo que le llevaba hacia una cueva. Empezó a moverse desesperadamente para salir de esa cueva que le tragaba. Se vio morir, casi cortada la respiración. Apretado contra las paredes y lleno de unos líquidos rarísimos. Quiso gritar pero no pudo. Y, cuando por fin consiguió decir alguna palabra de socorro, nadie parecía escucharle, porque sus palabras se las tragaban las paredes de esa cueva oscura. 


Cuando ya estaba despidiéndose del mundo, de su vida aventurera, ocurrió algo diferente. Unos movimientos de la cueva empezaron a empujarle hacia arriba. Le dolía todo el cuerpo con tanto golpe y tanto apretujón. Y ¡oh, sorpresa! salió otra vez por donde había entrado.


Águila se había posado sobre una roca y expulsó al Hombre Pelo contra ella. Lo que le faltaba. Menos mal que era muy flexible y no tenía los huesos muy duros. Pero el golpe fue morrocotudo. Lo único que le consolaba es que había salido de la cueva garganta de Águila. Tan contento estaba que gritó: "¡Al fin libre!".


Águila estaba muy sorprendida. Una lombriz que sabe a tierra y que además habla. ¡Qué raro!. Mirándole fijamente le dijo, en su lenguaje aguileño, "¿Y tú quién eres?". El hombre Pelo que, en sus viajes por todo el mundo, entendía casi todas las lenguas, le respondió: "Todos me conocen como el Hombre Pelo, por lo delgadito que soy. ¿Y tú quién eres y por qué has intentado comerme?".


Águila se lo explicó: "Creía que eras una lombriz y, con el hambre que tengo, no me he dado cuenta de que tenías barro pegado. Al llegar al estómago, me han dado ganas de vomitar y te he echado fuera". "¡Puaj qué asco!" dijo el Hombre Pelo. "Pero gracias a eso me he salvado de morir".


Águila ya no le miraba como alguien a quien comerse, sino como un amigo simpático. El Hombre Pelo se dio cuenta de que Águila era buena y que había que ayudarla a conseguir comida. Se subió encima de su cuello y le dijo: "¡Vamos en busca de un restaurante!" Águila no sabía lo que era un "restaurante". Nunca había ido a uno, pero este hombrecito parecía saber lo que hacía. Así que siguió sus instrucciones y voló hacia el pueblo más cercano. Aterrizaron detrás del restaurante como le dijo su nuevo amigo y allí encontraron ...... 


Ilustración: Cristina Llorente 


Capítulo 2 - El Hombre Pelo en El Restaurante

 




Como ya sabéis por el capítulo anterior, Águila confundió al Hombre Pelo con una lombriz y como tenía tanta hambre se le tragó. Unos minutos después le vomitó porque estaba lleno de barro. Después de hablar con él, Águila ya no le miraba como algo para comer, sino como un amigo simpático. 


El Hombre Pelo se dio cuenta de que Águila era buena y que había que ayudarla a conseguir comida, porque tenía mucha hambre. Se subió encima de su cuello y le dijo: "¡Vamos en busca de un restaurante!" Águila no sabía lo que era un "restaurante". Nunca había ido a uno, pero pensó: "Este hombrecito parece que sabe lo que hace". Así que siguió sus instrucciones y voló hacia el pueblo más cercano. 


Aterrizaron detrás del restaurante, como le indicó su nuevo amigo, y allí encontraron restos de comida en la basura. Águila tenía tanta hambre, que se lanzó a comer todo lo que podía. Con tanta prisa, no se dio cuenta de que, el cubo de la basura, empezaba a moverse peligrosamente para todos los lados. En uno de esos movimientos, el cubo se cayó al suelo, produciendo un ruido tan fuerte, que hizo que saliera uno de los cocineros a ver qué pasaba. Salió con un cuchillo en la mano que estaba utilizando para cortar queso. Águila empezó a mover las alas para levantar el vuelo, pero se chocaba contra el suelo y con el cubo caído. El cocinero se acercaba con el cuchillo en la mano. Sus gestos no eran de amistad. Águila ya se veía convertida en una plato de pollo frito para el restaurante.


El Hombre Pelo observaba la escena aterrorizado. Acababa de hacer una amiga y su vida ya corría peligro. Sin pensarlo ni un segundo, se lanzó a la cabeza del cocinero, justo detrás de la oreja, camuflado entre los otros pelos de verdad. Una vez allí empezó a gritar: "Fuego, fuego, fuego". El cocinero se paró en seco. No hay nada que aterrorice más a los seres humanos, que oír la palabra fuego. Así que, se dio media vuelta hacia la cocina, que era el único lugar donde podía haber un fuego.


Águila aprovechó la ayuda de su amigo para salir volando tan lejos como pudo. Mientras, el cocinero miraba y miraba a ver dónde estaba el fuego, sin encontrarlo, porque no había ningún fuego. La idea del Hombre Pelo, para salvar a su amiga, había funcionado, pero ahora era él el que se encontraba en peligro, si le descubrían. 


El cocinero, preocupado por las voces que había oído, empezó a tocarse la cabeza, con tan mala pata que el Hombre Pelo se le quedó enganchado en uno de los dedos. El cocinero se sacudió la mano y, el Hombre Pelo, fue a parar a uno de los platos de sopa, que un camarero iba a servir. Como la sopa es uno de los platos preferidos de Pelo, le pareció que estaba de suerte y se puso a comer, porque él también había empezado a tener hambre con tanto ajetreo.


El camarero llevó la sopa a la mesa correspondiente. Allí, una mujer muy guapa, acompañada de un joven también muy guapo, estaban esperando para comerse esa deliciosa sopa que les traían.


A la joven le tocó el plato en el que el Hombre Pelo estaba disfrutando. Al llevarse la cuchara a la boca, Pelo le gritó: "¡Por favor, no me comas!". No quería repetir la experiencia de la cueva oscura que tuvo con Águila.


La chica horrorizada lanzó la cuchara al aire gritando: "¡Qué asco, un pelo en la sopa! ¡Y además habla!". El resto de los que estaban en el restaurante pensaron que se había vuelto loca. Así que no le hicieron mucho caso. Aprovechó el Hombre Pelo esta confusión para salir del restaurante como pudo. 


Un fuerte viento le esperaba en la puerta de salida y le levantó hacia el cielo, mientras escuchaba decir al Aire: "¡Fiu, que divertido, Fiu, ¿quieres que te ayude?". En esta situación el Hombre Pelo no tenía mucha elección, así que le contestó que sí. Aire le susurró "¿Y a dónde quieres que te lleve?". "A un sitio tranquilo, por favor". Y dicho y hecho, le llevó a la habitación de (aquí el nombre del niño o los niños o niñas a los que se les está leyendo el cuento). Detrás de él, la mamá cerró la ventana que se había abierto con el Aire. El Hombre Pelo estaba tan cansado, que se tumbó en la alfombra y no pudo evitar que se le escapase un pedete. Tanto aire le había afectado. Los niños lo oyeron y empezaron a buscar quién había sido. Pelo respondió: "Perdón, he sido yo, es que he tragado mucho aire cuando he venido volando". "¿Volando? ¿Y eso cómo se hace?".


En ese momento, entró la madre, "¿Con quién habláis?".


Ilustración: Violeta Pérez 

3 - El Hombre Pelo en La Habitación

 




Empujado por el fuerte viento, que le esperaba en la puerta de salida del restaurante del que huía, el Hombre Pelo llegó hasta una casa. El viento abrió una de las ventanas por la que entró en la habitación de (aquí el nombre del niño o los niños o niñas a los que se les está leyendo el cuento). 


Detrás de él, la mamá cerró la ventana que se había abierto con el Aire. El Hombre Pelo estaba tan cansado, que se tumbó en la alfombra y no pudo evitar que se le escapase un pedete. Tanto aire le había afectado. Los niños lo oyeron y empezaron a buscar quién había sido. Pelo respondió: "Perdón, he sido yo, es que he tragado mucho aire cuando he venido volando". "¿Volando? ¿Y eso cómo se hace?".


En ese momento, entró la madre, "¿Con quién habláis?".


Los niños respondieron: "No, con nadie" y no mentían. En realidad, aún no sabían si hablaban con alguien o se lo estaban imaginando. Así que, cuando se fue la madre, le volvieron a preguntar: "¿Cómo puedes volar?".


El Hombre Pelo estaba muy cansado, después de todo lo que le había pasado en el restaurante con Águila, y sólo quería dormir, pero le preguntaban con tantas ganas, que no podía echarse a dormir sin más y no responder. No le dejarían. Así que se armó de paciencia y empezó a contarles esa parte de su historia.


Todos me llaman el Hombre Pelo porque, como veis, soy delgadito como un pelo y, por eso, casi nadie me ve. Y, si me sopláis, salgo volando. 


Un día, cuando estaba tranquilamente durmiendo la siesta en el campo, encima de una roca, empecé a oír un sonido lejano parecido al de una flauta. Fiuuuu, fiuuuuu. 


Al principio me gustó bastante. Era como música, que me ayudaba a dormir. Pero, poco a poco, el sonido se fue acercando. Fiuuuuu, fiuuuuu, fiuuuuu. Como tenía mucho sueño, intenté seguir durmiendo. Al poco, una hoja cayó sobre mi. Abrí los ojos, para ver qué estaba pasando. 


En el cielo había unas águilas volando. Parecía que les gustaba volar, casi sin mover las alas. Más abajo, un montón de hojas secas también "volaban". Esto me pareció un poco raro, porque las hojas no vuelan, pero, como me acababa de despertar, pensé que era parte de un sueño. 


La flauta ya sonaba casi dentro de mis oídos. Fiiiiiuuuuu, fiiiiiiuuuuu, fiiiiiiuuuuuuu. En ese momento, oí una voz que parecía cantar muy contenta: "Soy Aire, soy Aire", casi parecía que lo decía bailando "Soy Aire, soy Aire". 


Abrí bien los ojos para ver quién me hablaba, como vosotros hace un rato al oírme. Pero no vi a nadie. La voz seguía diciendo "Soy Aire, soy Aire". Y añadió: "Yo produzco el viento, que hace volar a todos". 


Entonces lo comprendí todo. El Aire se movía para producir el viento, que permitía volar a las águilas sin mover las alas, y a las hojas "volar" hacia mi. No pude pensar más, porque el Aire con su viento me alcanzó y me llevó volando, acompañado por cientos de hojas, que parecían una bandada de pájaros de color marrón clarito. 


Una de esas hojas se puso debajo de mi y me pareció oírle decir: "¡Súbete!". Me dejé llevar. Fue un viaje delicioso. Montañas, ríos, pájaros, el sol, la luna, pueblos, gente andando. Y yo arriba mirándolo todo. 


Poco a poco, el viento fue parando y la hoja bajó a la tierra, conmigo encima de ella. Me dejó entre la hierba verde. Por si acaso me contestaba, le pregunté: "Aire ¿dónde estás?". "Aquí, aquí, aquí. Tú no me ves, pero yo estoy por todas partes".


Desde entonces, viene a ayudarme cuando le necesito, aunque, a veces, se enfada y produce huracanes que pueden levantar casas y árboles.


De pronto, se dio cuenta de que estaban muy callados. Miró a las camas y vio que todos estaban dormidos. No podía quedarse allí. Seguro que, a la mañana siguiente, se lo contarían a su madre y tendría que dar explicaciones. Según estaba pensando esto, apareció el gato de la familia. Pasó por su lado, le olió y el Hombre Pelo se le quedó pegado a los bigotes. Con el movimiento le empezó a hacer cosquillas y salió corriendo por el pasillo. El Hombre Pelo se agarró con fuerza al bigote del gato y se preparó para una nueva aventura. 


Ilustración: Violeta Pérez


Capítulo 4 - El Hombre Pelo y Gatoni

 




De pronto, El Hombre Pelo, que había sido llevado por el Viento a la habitación de unos niños, se dio cuenta de que estaban muy callados. Miró a las camas y vio que todos estaban dormidos. No podía quedarse allí. Seguro que, a la mañana siguiente, se lo contarían a su madre y tendría que dar explicaciones. Según estaba pensando esto, apareció el gato de la familia. Pasó por su lado, le olió y el Hombre Pelo se le quedó pegado a los bigotes. Con el movimiento le empezó a hacer cosquillas y salió corriendo por el pasillo. El Hombre Pelo se agarró con fuerza al bigote del gato y se preparó para una nueva aventura.


El gato se dirigió a una puerta como si estuviese poseído. Se iba a lanzar contra ella. Pelo pensó: "Este gato está loco, se va a estampar contra esa puerta". Él quedaría también hecho trizas, espachurrado como un moco seco en un pañuelo, cuando la cabeza del gato y él se estrellasen contra la madera.


Pero ocurrió algo fantástico. Cuando se esperaba el golpe fatal, la madera cedió y el gato salió al exterior. Había una puertita movible por la que, seguramente, siempre salía. Eso no le libró de seguir horrorizado. Frente a ellos la noche oscura y un frío de congelador de nevera les esperaba. No quería soltarse de los pelos del gato porque podía ser peor, caído entre la hierba podría ser devorado por los Seres de la Noche, que veían en la oscuridad y que estaban dispuestos a zamparse cualquier cosa que se moviese.


Después de dar un montón de vueltas a la casa corriendo a todo correr, el gato paró. Sin ninguna explicación, sin ningún motivo aparente, el gato paró. Los gatos son muy diferentes a los perros, no son predecibles. Siempre hacen lo que les da la gana. Y, si intentas entenderles, mirándoles, se te quedan con los ojos fijos que parece que te dicen: "Como me quieras hacer algo te enteras". Mientras estás intentando comprender lo que ocurre, salen disparados, como si les persiguiese su mayor enemigo. 


Así que, el gato se paró de repente y Pelo fue a parar al suelo. Menos mal que la arena era blandita. Allí tirado pensó que era su último minuto, que se lo comería inmediatamente. Pero no fue así. Empezó a lanzarle la pata sacando sus uñas. Parecía jugar, pero ese juego podía ser peligroso. En una de esas patadas Pelo se enganchó a una de las uñas. El gato se lo llevó a la nariz para olerle. Pelo se vio morir, pero no. Le puso en el suelo y le miró fijamente. Pelo le gritó: "¡Por favor, no me comas, tengo muy poca carne!". A lo que el gato respondió con gesto de sorpresa levantando las orejas. "Sólo estoy jugando contigo, creía que te gustaba. Mi nombre es Gatoni" y le acercó una pata para saludarle. El Hombre Pelo no sabía si responderle o salir corriendo. Decidió ser educado y darle la mano. Gatoni quiso hacerle una gracia y retiró la pata justo en ese momento. Pelo pensó: "Decididamente no entiendo a los gatos".


Gatoni comprendió que Pelo no iba a ser su mejor compañero de juegos, así que, le puso sobre su cabeza y comenzó a andar muy elegantemente, hasta llegar a una casita de madera que los niños tenían en el patio. Allí le puso sobre una mantita y, dándose la vuelta, salió por la misma puerta por la que había entrado. A Pelo le pareció ver un gesto de desprecio por no haber jugado con él.


Fue lo último que vio, había muy poca luz. La luna era aún del tamaño de un plátano y apenas iluminaba. Cerró los ojos, agotado, y se quedó dormido.


¡Kikirikí!. Pelo abrió los ojos. ¡Kikirikí!, cantó el gallo otra vez. Pelo miró a su alrededor y recordó vagamente la aventura de la noche anterior. Se puso de pie dispuesto a irse de allí, no fuese a venir otra vez ¿cómo se llamaba? ¡Ah sí!, Gatoni. No fuese a venir Gatoni con ganas de jugar.


Afuera ya empezaba la actividad. El cielo empezaba a ponerse azul claro. La noche se estaba yendo en el horizonte. Pelo se puso a andar por un camino lleno de piedras. Qué bien le vendría ahora su amigo Viento para salir rápidamente de allí. Pero eso no dependía de él. Viento se presentaba cuando le daba la gana, a horas diferentes. Y tan pronto soplaba durante días, como dejaba de hacerlo durante semanas.


Mientras andaba, Pelo iba mirando al horizonte. Unas montañas preciosas tenían nieve en sus picos. Pero estaban tan lejos que tardaría días en llegar a ellas. 


¿Y eso que hay junto al árbol, tirado en el suelo, qué es?. Se fue acercando poco a poco, por si acaso. De pronto, aquello se empezó a mover. Sorpresa. Era su amiga Alfombra Mágica, a la que conoció en un lejano país que llamaban Persia. Alfombra Mágica también quedó sorprendida al ver por allí a su viejo amigo, el Hombre Pelo.


"Pelo ¿qué haces tú por aquí?" Pelo no dudó ni un segundo: "Si me llevas volando a aquellas montañas, te cuento lo que he vivido en las últimas horas". "Eso está hecho, sube" dijo Alfombra Mágica. "Sube que nos vamos".


Ilustración: Violeta Pérez