miércoles, 15 de mayo de 2024

Capítulo 49 - Casposo

 Capítulo 49 - Casposo



Pelo estaba en el planeta Quarmia, pero al abrir la puerta del baño, volvió a la Tierra. Allí, Águila le llevó a ver a Pedro, en Alcalá de Henares. En su sueño, Pedro le decía que era un invento suyo.


"¿Qué es eso de que me has inventado?", le soltó Pelo, en cuanto entró en la consulta de Pedro.

"Sí. Cuando mis hijos eran pequeños, me inventé un personaje al que llamé el Hombre Pelo. Era como tú y vivía muchas aventuras. Se las contaba cuando se iban a dormir", le explicó.

"Pues como puedes ver, ¡soy tan real como tú!", le respondió Pelo.


Pedro se despertó. Había soñado que el Hombre Pelo se volvía real y que venía a verle a la consulta. Pero Pelo estaba debajo de su cama. Había soñado lo mismo. Todo era un sueño. Se asomó a la ventana. Parecía que estaba nevando. No era la época pero, a veces, suceden estas cosas. 


Unos rayos de sol le invitaron a salir a la calle. Allí hacía buena temperatura. Una mariposa se le acercó. "¡Hola!", le saludó. Dicen que las mariposas son personas que ya no necesitan su cuerpo y que vienen a vernos para ayudarnos. "¿Te puedo ayudar en algo?". Pelo estaba confuso. Había estado en Quarmia, un planeta muy parecido al nuestro. Había soñado que le habían inventado. Luego tuvo otro sueño. Ahora quería divertirse un poco. "¡Quiero divertirme!", le dijo a Mariposa. "¡Súbete a mi cuerpo!".


Parecía seguir nevando, pero Mariposa le advirtió a Pelo: "¡No es nieve, es Casposo que ataca!". "¿Casposo?". "Sí, es como piel seca. Caspa. Es muy malo para el pelo". Pelo pensó: "Yo soy el Hombre Pelo, ¡corro peligro!". "Volemos a la gruta de los Jabones. Allí estaremos a salvo", le dijo Mariposa. 


Casposo, en forma de copos de piel, les perseguía. No entendía por qué huían. Sólo quería darles un abrazo. Viento, el amigo de Pelo, vino en su ayuda. Se llevó a Casposo hacia el cielo. Pero Casposo volvía a bajar, esta vez escondido en una nube. "¡A Casposo nadie le toma el pelo!" dijo, riéndose él mismo del chiste malo que acababa de hacer. 


Mientras, Pelo y Mariposa llegaron a la Cueva de los Jabones. Un olor perfumado llenaba todo. Una flores bellísimas salían de las grietas de las paredes de piedra. Al fondo se veía una luz. Parecía un fuego con las llamas moviéndose. Alguien le daba vueltas con un palo al contenido de un caldero.


"¡Ahí tienes a BeeYou Merlín!. Es un Mago". Pelo nunca había visto a un mago, metido en una cueva. Se fueron acercando a él. Merlín pareció sentir cómo se acercaban, porque les saludó en un idioma extraño: "Vaelicus, drambuique". Por la forma de decirlo, podría ser algo así como: "¡Seáis bienvenidos!".


Merlín fue hacia una estantería, cogió algo y se lo ofreció a Pelo. "¡Toma, para la caspa!", le dijo. ¿Cómo podía saber que les perseguía Casposo?. BeeYou Merlín pareció adivinarle el pensamiento. "Yo veo lo que veo y lo que no veo". Pelo se quedó intrigado y le preguntó: "¿Y qué hago con esto que me has dado?". "¡Úsalo!, es un jabón especial con productos de las abejas". 


Merlín volvió a su caldero, a darle vueltas. "¿Queréis comer conmigo?. Estoy haciendo una sopa estupenda". Mariposa se volvió hacia Pelo: "Hace las mejores sopas de toda la región". 


Merlín, sin esperar una respuesta, movió la mano en el aire y apareció un mantel volador, que se convirtió en mesa. Después chascó los dedos y aparecieron los platos, los vasos y los cubiertos encima del mantel. Pelo estaba maravillado. Mariposa parecía conocer ya los poderes mágicos de BeeYou. 


En un instante, la sopa salió del caldero y llenó los platos. "Sentaos", les dijo Merlín. Pero allí no había sillas. Merlín se colocó junto a la mesa y una silla de cristal, muy transparente, apareció detrás de él.


Pelo hizo lo mismo. Su silla era de madera tallada, con un asiento muy cómodo. Mariposa no necesitaba silla. Se puso junto a un plato. Pero, al mirarla Merlín, Mariposa se transformó en una mujer bellísima. Una silla estaba esperándola junto a la mesa. "Me llamo Alid", dijo dirigiéndose a Pelo, "¡qué buena pinta tiene esta sopa!".


Ilustración: Cristina Llorente


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