Hiugo y Pelo se protegieron de la lluvia con un paraguas, que les regaló el dueño de una tienda "mágica", de la muralla de Liugo. En la tela del paraguas ponía una frase extraña.
"Agua en paraguas, cierra, la lluvia, cierra. Vuela si lo montas"
¿Qué significaba aquello?. Lo primero parecía claro. Si cierras el paraguas, para la lluvia. Lo habían podido comprobar en directo. Pero, lo de "Vuela si lo montas", sonaba raro.
Huigo le dijo a Pelo: "¿Probamos?". Pelo le miró y se echaron a reír. Un minuto después estaban volando por encima de la muralla de Liugo.
Una nube se fue acercando a ellos. Rápidamente entraron en una niebla espesa, que no les dejaba ver en dónde estaban.
Hiugo vio un agujero en las nubes que parecía una cueva. Entró en él y decidió explorar, para ver qué había allí. Se despidió de Pelo, que seguía volando con el paraguas mágico. Cuando salió de la nube, vio un cartel que ponía "Berlín". Frente a él, una puerta enorme de piedra con arcos, mostraba que era un lugar importante. El paraguas le bajó suavemente al suelo. Y ¡sorpresa! Hiugo le estaba esperando. "¿A dónde te fuiste?", le preguntó Pelo. "¡Es fantástico!. Los agujeros te llevan a diferentes lugares. Primero fui a mi casa y ahora he venido a buscarte". Le respondió Hiugo. "¿Y cómo haces para llegar a los sitios a los que quieres ir?". "Es muy fácil. Digo: ¡A mi casa! e, inmediatamente, aparezco allí. Luego digo, "¡A dónde esté Pelo!", y aquí estoy. Ahora me vuelvo a mi casa otra vez. Ya nos veremos".
Pelo estaba asombrado de lo fácil que le parecía a Hiugo todo. A lo mejor tenía razón. Bastaba con pedirlo. Dijo, casi sin pensar, "¡A una casa calentita!". En un instante, Pelo apareció en una casa con una chimenea encendida y un señor muy mayor, sentado en un sillón frente al fuego.
"Me ha dicho Hiugo que andabas por aquí, y que a lo mejor, venías a verme". Oyó que decía el hombre.
¡Increíble!, ¡Hiugo sabía lo que iba a pasar!. El hombre cogió a Pelo y le puso junto a él. Tenía un libro en las manos. Le preguntó si quería que se lo leyese. "¡Claro!, léemelo"
"En un lugar muy, muy lejano", comenzó a leer el hombre frente a la chimenea, "vivía una bruja que hacía potingues mágicos, a quien se lo pedía. Una vez acudió a ella un joven que quería conquistar a una bella muchacha, que no le hacía mucho caso. La bruja preparó un bebedizo con ranas, plantas de colores extraños y agua, que sacó de un recipiente que tenía guardado en el armario.
Cuando llegó el joven, le dio instrucciones. "Se lo tiene que beber una noche de luna llena. Después de cenar pollo con patatas".
Al joven aquello le parecía muy complicado. ¿Cómo iba a conseguir que la chica comiese pollo con patatas y que, después, se tomase la bebida mágica?. Pero él quería conseguir su amor, así que se puso a pensar en cómo hacerlo.
"¡Ya está!, se lo haré llegar en forma de un pedido de comida, de un restaurante cercano". El joven, en la primera noche de luna llena, se disfrazó de motorista y, después de preparar el pollo con patatas y poner el líquido mágico en una botellita, escribió las instrucciones en un papel: "La bebida debe tomarse después de comer el pollo y las patatas. Así se hace mejor la digestión".
Llegó a la puerta de la casa de la chica y llamó. Ella salió a abrir. Era bellísima. Tan nervioso se puso el joven, que le tiró el pollo con patatas encima de la ropa, y la botellita, con el líquido mágico, rodó hasta chocar contra la pared y romperse.
Una especie de humo blanco salió de la botella. El humo se transformó en Mago. "¿Por qué quieres conquistar a alguien y, además, darle algo para que haga lo que tú quieres?". El joven estaba avergonzado. Y la chica no salía de su asombro, con las patatas y el pollo por todo su vestido."
Ilustración: Violeta Pérez
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