jueves, 16 de mayo de 2024

Capítulo 25 - Metido en el cuento

 



Pelo se encontró al bajar de la Luna a su amigo Gatoni. Kahn Gurú, un canguro que conoció Gatoni, les llevó al desierto de Australia, donde aparecieron unas gentes de piel muy oscura. Con ellos se fueron a recorrerlo. Cuando empezó a hacer mucho calor pararon junto a unos arbustos y una de las personas cogió algo comestible de debajo de la arena.


Definitivamente, la comida de aquel lugar, era muy diferente de la que Pelo había comido, en los sitios por donde había pasado. Poco a poco fue tragándose aquella cacaestropajo. Enseguida, notó que la tripa le apretaba y se alejó un poco para hacer sus necesidades. En ese momento, vio a su lado la cabeza de una culebra, que se asomaba en la arena a mirar quién andaba por allí. Pelo se quedó muy quieto, por si acaso. Podía ser peligrosa.


"No te preocupes", oyó que una voz le decía en su cabeza, "te ha oído venir por los golpes de tus pies en el suelo, y se ha asomado para ver si eres peligroso o no. Igual que tú, que te has asustado al verla. Las culebras se meten debajo de la arena para soportar el calor". Pelo miró a ver quién le hablaba. A lo lejos, uno de los aborígenes del grupo, una chica, se volvió y le sonrió. Seguro que ella era la que le hablaba en su cabeza, sin hablar. Entre ellos "hablan" así. Lo llaman telepatía. 


La culebra, al ver que Pelo no era peligroso, volvió a esconder su cabeza. Pelo acabó de hacer lo que había ido a hacer y volvió con los demás. La chica seguía sonriéndole. Gatoni estaba contando historias de donde él vivía. Kahn Gurú las traducía. A todos les parecían muy graciosas. No paraban de reír. Luego les tocó el turno a las personas de piel negra, para contarle a Pelo y a Gatoni sus historias. 


Les contaron que, a veces, se hacen invisibles para que no les ataquen. Y que encuentran comida y agua, porque piensan en ella, la saborean y pronto aparece. Pelo pensó "Yo quiero aprender a hacer eso". La chica que le sonreía le dijo "Yo puedo enseñártelo". ¡Le había leído el pensamiento!. Le cogió de la mano y le alejó un poco del grupo. 


Allí ella se hizo invisible. "¿Cómo lo habrá hecho?", pensó Pelo. En ese momento ella volvió a aparecer. En la cabeza del Hombre Pelo escuchó de nuevo la voz de antes "Si tú no les miras, ellos no te ven". Decidió probar. Se acercó de nuevo al grupo él solo. Cuando estaba prácticamente encima de Gatoni, le oyó decir: "¿Dónde se habrá metido mi amigo Pelo?". ¡Ahora sabía cómo hacerse invisible!. Cuando le miró a la cara, Gatoni puso cara de sorpresa "¡Vaya! Creí que te habías perdido". Detrás venía la chica que se lo había enseñado. Se llamaba Luz Transparente. Un nombre muy apropiado.


En cuanto bajó el sol volvieron a caminar. La Montaña Sagrada, al fondo del desierto, empezó a cambiar de color. Pronto se hizo de noche y volvieron a parar. Se pusieron en círculo y empezaron a contar historias. En una de ellas aparecía Pelo, que iba por el desierto con Gatoni y Kahn Gurú. Pelo se empezó a quedar dormido y, en ese momento, se vio en la páginas del cuento, de este cuento. 


"¡Quiero salir de estas páginas! ¡Quiero volver a la realidad!", gritó Pelo desde las letras del cuento. "¡Por favor!, tú que me estás leyendo, ¡ayúdame a salir!. ¡Di las palabras mágicas!"  Pero, el lector del cuento, no conocía las palabras mágicas. "¿Cuáles son las palabras mágicas?", le preguntó. "¡Sal y pimienta! ¡y date la vuelta!", gritó Pelo, desesperado por verse atrapado en un mundo plano. "¡Sal y pimienta!" gritó el lector (o sea tú) "¡Sal y pimienta!" repitió. Aquello no funcionaba. Pelo seguía metido en el cuento. "Vamos a probar otra cosa. Tú te metes en el cuento y luego me ayudas a salir" "¿Y cómo me meto yo en el cuento?" preguntó el lector (o sea tú). 


"¡Es muy fácil!, mira el dibujo, la ilustración que hay al principio de este cuento. Allí estás tú". El lector hizo caso a Pelo y se fue a la ilustración. Efectivamente ¡estaba allí!. Antes no se había dado cuenta. 


Ya dentro de la ilustración, el lector le dijo a Pelo: "Y ahora, ¿cómo salimos de aquí?"


Ilustración: Violeta Pérez

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