miércoles, 15 de mayo de 2024

Capítulo 36 - Atolfo




Viento, el amigo de Pelo, le llevó volando a un arroyo de la montaña, en la que estuvo con unos cabreros. Cuando el arroyo le llevó a un río más grande, se agarró a un palo que flotaba. 


Un ruido muy fuerte se oía delante de ellos, ¿Qué sería aquello?. Según se iban acercando, aumentaba el sonido. En un momento, se asomaron a una enorme cascada. Pelo y palo cayeron al vacío, hacia un gran lago, que había al final de la corriente de agua. 


Pelo no sabía dónde estaba. Todo era agua. Le costaba respirar. Podría ser su final. Pero no estaba dispuesto a que fuese así. Recordó a todos sus amigos, a su amada, los cielos llenos de estrellas. Y decidió que tenía que salir de esta. Frente a él, llena de agua, apareció una especie de cueva oscura. La corriente le llevó hacia allí. Dando vueltas y golpeándose con las paredes de piedra, Pelo salió finalmente al exterior y pudo volver a respirar.


Estaba mareado, así que, se tumbó un momento, para descansar. En lo alto de la cueva, porque aquello era una cueva, brillaban unas piedras que parecían diamantes. ¿Dónde estaría?. Recordó un libro, que había leído hacía un tiempo, "Viaje al centro de la Tierra" de Julio Verne. A lo mejor estaba en el centro de la Tierra. "¡No, es imposible!", pensó. "Eso queda muy bien en una novela, pero yo soy un Hombre Pelo de verdad y, en cuanto me ponga a andar, encontraré una playa o algo parecido". 


A lo lejos, parecía oírse música. Una melodía muy agradable. Pelo, se quedó dormido escuchándola.


Una voz muy fuerte le despertó. No, no era una voz, era un perro o un lobo. No estaba seguro. El animal era muy raro. Le estaba oliendo. Y, al mismo tiempo, cuando dejaba de olerle, movía la cabeza hacia arriba y producía unos sonidos roncos extraños. Pelo se quedó muy quieto. 


Cuando el animal se fue, se levantó dispuesto a explorar el lugar en el que estaba. Se puso a andar por un camino, tallado en la roca. Era muy estrecho. Había que tener cuidado de no caerse al agua.


La música del fondo ahora se oía más fuerte. Y la penumbra se iba aclarando. Cada vez había más luz. Después de una vuelta del camino por el que iba, apareció ante sus ojos un espectáculo increíble. Abajo, en una especie de círculo enorme, un grupo de gente con plumas y faldas de colores, bailaban una danza alrededor de algo que no pudo ver lo que era. Levantaban los brazos hacia arriba mientras daban vueltas. Con sus voces hacían una música muy parecida al sonido de las abejas.


Detrás de él se oyó algo. Giró su cabeza y vio que era ¡Gatoni!. "Pero, ¿qué haces tú aquí?", le preguntó Pelo. "No sé. Yo estaba en Australia*. Los nativos que tú conociste encendieron un fuego y empezaron a bailar alrededor. Echaron unas hierbas y yo empecé a notar como me iba por un túnel, y aparecí aquí". Pelo entendía a Gatoni, aunque hablase como un gato. 


Abajo seguían bailando y cantando. Pelo le propuso a Gatoni acercarse un poco más. Muy despacio y escondiéndose detrás de las piedras, llegaron casi a donde estaban los bailarines. Cuál fue su sorpresa, al descubrir que tenían cara de abeja. No era un disfraz. Eran hombres y mujeres, con alas y cabeza de abeja. Hacían los mismos sonidos que las abejas. En el centro había una especie de director de orquesta, con una rama de árbol, moviéndola en el aire. Tenía un letrero cosido a su camisa, que ponía Atolfo. Y debajo, Adveritatis. Serían su nombre y su apellido, pensó Pelo. Atolfo Adveritatis.


De pronto, pararon de cantar y bailar. Una persona de mayor tamaño entró al lugar, por una puerta de piedra. Iba rodeada de un grupo de abejas-persona, que le daban constantemente de comer. ¡Esa tenía que ser la Reina de las abejas-persona!, se imaginó Pelo. Él ya la había visto, cuando visitó una colmena**.


  • Ver capítulo 24 "En el desierto"
  • Ver capítulo 12 "La Pelea con Avispas"
Ilustración: Cristina Llorente


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