Alfombra Mágica había llevado a su amigo Pelo a la Luna, a un encuentro de Magos. Con la emoción del momento, Pelo no se había dado cuenta de que todos llevaban una especie de bola transparente, en la cabeza. Sería para protegerles y poder respirar, pensó. Pero no era así. Como eran magos no lo necesitaban. La bola de cristal era la última moda entre los magos. Pablum se quitó la suya nada más llegar a un edificio precioso, en el que ponía "Encuentro de Magos" y debajo, "Por favor, no olviden sus varitas y sus polvos mágicos".
Por fuera, el edificio era como esos castillos de arena que hacen los niños en la playa. Pero de un tamaño enorme, para que pudiesen entrar allí todos los magos. Pelo no pudo aguantarse y preguntar "¿Quién ha hecho este castillo tan enorme?". Pablum el mago* y sus amigos se echaron a reír. "Somos magos y algunos hacen que aparezcan castillos" le contestaron.
Dentro del castillo de arena todo era precioso. Brillando como estrellas se veían unas luces en el techo. Multitud de ventanas con dibujos de colores pintaban, el suelo y las paredes, de luces mágicas. Las mesas eran de unas maderas rarísimas, como troncos retorcidos. Encima de ellas había unos vasos de un material, que Pelo no había visto nunca. Cuando los levantaban se llenaban de unos líquidos de diferentes colores, que salían del aire de manera mágica, como todo lo que sucedía allí. Pelo pensó que le gustaría ser Mago. Pablum le adivinó el pensamiento y le dijo "Tenemos una escuela de magos, te puedes apuntar si te gusta". Pelo no lo dudó ni un instante. Se apuntó.
Lo primero que le enseñaron fue que la magia necesita de mucha práctica, todos los días. Y que la mayor Magia la tenemos en nuestra imaginación. Cuando alguien te cuenta algo, tú lo ves en tu cabeza. Puedes ver cosas que nunca hayan existido. Antes de que hubiese coches alguien los tuvo que imaginar. Y lo mismo con los teléfonos. O con casi todo lo que vemos alrededor. Por eso, es importante que, los que están viendo actuar al mago, imaginen lo que está sucediendo. Los magos siempre cuentan historias mientras hacen magia.
También le enseñaron algunos trucos de magia. Pelo estaba deseando practicarlos, para hacer pasar un buen rato a los niños, que siempre le dejaban un hueco en su habitación, durante sus viajes por el mundo.
Llegó la hora de comer y a Pelo le invitaron a la mesa. Como todos eran magos, no paraban de hacer trucos de magia, mientras llegaba la comida. Por ejemplo, uno le pidió a Pelo que firmase el menú y, con un movimiento rápido, lo metió en una botella, que estaba aún sin abrir. Pelo no salía de su asombro. ¡Qué magos tan buenos!. Otro sacó el pan de detrás de sus orejas. Y hasta fueron capaces de hacer aparecer y desaparecer un elefante encima de la mesa. Nunca había visto una cosa igual. Menos mal que le hicieron desaparecer. Si le da al elefante por hacerse una de sus enormes cacas, adiós comida.
Después de comer, se fueron todos a echarse una siesta. Pelo prefirió ir a dar una vuelta por la cara oscura de la Luna. No quería perder esta oportunidad de visitarla. A la salida, en una mesa en una esquina, estaba un hombre mayor sonriendo. Le saludó. Como Pelo era tan fino, el hombre respondió: "¿Eh? ¿Quién me habla?". "Soy yo, el Hombre Pelo". "¡Ah!, yo soy Buzz Aldrin" "¡Buzz Aldrin!" exclamó Pelo, "Tiene el mismo nombre que el segundo hombre que llegó a la Luna", "Claro" dijo Buzz "Es que soy yo, el auténtico Buzz Aldrin". "¿Y qué hace usted aquí?, creí que había vuelto a la Tierra hace muchos años", "Es que me han invitado al Encuentro de Magos, para que les cuente cómo viví ese momento mágico".
Pelo pensó que nadie en la Tierra le iba a creer, cuando le contase lo que estaba viviendo. Estaba hablando con el segundo hombre que visitó la Luna, el mismísimo Buzz Aldrin. Se despidió de él con un fuerte apretón de manos. Se alejó un poco más del Castillo de Arena gigante. Como en la Luna se pesa menos, empezó a dar grandes saltos, sin apenas esfuerzo. Se lo estaba pasando en grande. Sin perder de vista el Castillo de Arena, bajó por la ladera de una montaña lunar y se asomó a un cráter que había en el fondo. Era un cráter pequeñito, pero parecía muy profundo. Intentó asomarse un poco más para ver si veía el fondo.
Aquello estaba muy oscuro. Pensó que, si tuviese una linterna, podría ver lo hondo que era. Se asomó un poco más y, sin darse cuenta, se fue inclinando y, en un instante, estaba cayendo por el agujero negro. Parecía flotar como una pluma. Intentó agarrarse a las paredes, pero no pudo, aquello no parecía acabarse nunca. ¿A dónde llevaría ese cráter?. Pronto lo sabría, porque se empezaron a oír unos sonidos familiares.
* Ver Capítulo 19 - Los lobos y el mago Pablum
Ilustración: Violeta Pérez
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