Capítulo 51 - El planeta con dos soles
BeeYou Merlín, el Mago, llevó a Pelo y a la mariposa Alid a un lago debajo de su casa.
En una gruta al fondo, una joven muy engalanada cantaba una canción sobre una sardina que se libró de un tiburón hambriento. "Es la Mouis, que ensaya aquí su próximo concierto en Sevilla". Al pasar junto a ella, pudieron ver que la acompañaba una especie de vaquero del Oeste americano, tocando la guitarra". Mouis le decía: "¡Ese Diego!", lo que le hacía tocar con más ganas. A Pelo le hubiese gustado escuchar más, pero Merlín seguía su rumbo.
Una puerta enorme se abría al mar. El sol no les dejaba ver bien. Una sombra parecía atacarles. "Es el lado oscuro del lago, que quiere asustarnos", dijo Merlín mientras se subía las mangas y empezaba a hacer gestos en el aire. En uno de esos movimientos, lanzó unos polvos fosforescentes que al tocar a la sombra, hicieron que todo se iluminase y desapareciese el lado oscuro. La luz siempre ilumina la oscuridad.
Ya estaban en mar abierto. Detrás, aún se oía a la Mouis cantar algo sobre las cosas que suceden. Un barco de vela vikingo iba delante de ellos. Merlín les informó: "Ellos descubrieron América". "¿No fue Colón?", argumentó Pelo. "Sí, pero antes ya la habían visitado los vikingos", continuó BeeYou Merlín.
En un instante, el barco vikingo desapareció. BeeYou les explicó que era un truco para sus clases de historia. Así aprendían mejor sus alumnos.
De entre las olas del mar surgió una cabeza muy grande. Parecía una ballena. En un instante, la barca y sus ocupantes fueron engullidos por la bocaza. Parecía una gran cueva. Merlín presionó su anillo y una cápsula transparente les protegió inmediatamente, ajustándose alrededor de la barca. Caían por un túnel muy largo. Al final se veía muy oscuro. Cuando llegaron allí, una puerta se abrió por el centro y salieron a un mar de color verde, con un cielo en el que había cinco lunas y dos soles.
"¿Dónde estamos?", preguntó Alid. Pelo se estaba haciendo la misma pregunta. Merlín no les respondió. Parecía leer algo en el cielo. Un pájaro negro enorme se les acercó. Merlín se puso a hablar con él, en un lenguaje que nadie entendía. Después, el pájaro agarró la barca con sus patas y les llevó hacia arriba, para dejarles sobre una especie de nido que había en la ladera vertical de una montaña, teñida de color azul intenso. La vista era impresionante. Pelo empezaba a tener hambre.
Como si le hubiese leído el pensamiento, Alid voló hacia una flor más grande que ella y le trajo un poco de polen. Estaba buenísimo. Merlín lanzó sus manos al aire y recogió algo que parecía un melón. Es curioso, porque antes no estaba allí. El pájaro desapareció entre unas nubes de color verde esmeralda. Parecía anochecer. Empezaba a hacer frío.
Una especie de manta se desprendió de la pared, cubriéndoles a todos. Otra tela más fina formó una tienda de campaña por encima. Sin darse apenas cuenta, se quedaron dormidos.
Pasada la noche, unos sonidos parecidos a cantos de pájaros mezclados con agua cayendo, les despertó. Pelo pensó que quizá todo aquello podría haber sido sólo un sueño. Pero no lo era. Seguían al borde de aquel precipicio. La tela que les protegía volvió a la pared de la montaña y la manta se fue diluyendo, hasta que no quedó nada. Los dos soles de ese planeta extraño, salieron en el horizonte. Contemplando esa belleza, Pelo pensó que había merecido la pena llegar hasta allí.
En la lejanía, se veía venir a un grupo de seres que volaban en una danza perfecta. Bailaban siguiendo las notas de una música que parecía venir del cielo. Pronto estuvieron cerca. Pelo, Merlín y Alid pudieron disfrutar de un espectáculo increíble. Uniéndose al grupo, los soles en el horizonte también se pusieron a bailar. Las cinco lunas abrían sus cráteres emitiendo sonidos musicales. Nuestros amigos se pusieron de pie y también empezaron a cantar y a bailar. Del cielo empezaron a caer unas tortitas muy finas. ¡Era el desayuno!. De la pared de la montaña salieron unos grifos por los que salía mermelada, miel, zumo. ¡Qué maravilla!.
El desayuno estaba riquísimo y la pared se puso más blandita, cuando se apoyaron en ella. Merlín hizo un gesto en el aire y un tren apareció, saliendo del cielo. Pelo pensó: "Nos vamos de viaje". Pero no era así.
Ilustración: Violeta Pérez
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