Uno de los momentos más peligrosos que ha vivido el Hombre Pelo fue en su encuentro con la que después sería su amiga, Águila Real. Casi pierde la vida.
Como ya sabéis el Hombre Pelo debe su nombre a que es tan fino como un pelo. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas son muchas, puedes volar llevado por el viento, puedes hacerte casi invisible, si no te mueves o te metes entre otros pelos de verdad. Pero también te puede dar problemas.
Uno de eso problemas lo tuvo en su primer encuentro con Águila Real. Águila le confundió con una lombriz, porque se había caído en un suelo lleno de barro. Al intentar salir, se le fue pegando el barro por todo su fino cuerpo que, poco a poco, dejó de ser fino para hacerse más gordo. Ser más grueso y realizar movimientos para escapar le hacían parecer cada vez más una lombriz.
Justo encima de él empezó a volar un águila real que tenía un hambre terrible, porque llevaba unos cuantos días sin nada que llevarse a la boca. Los conejos estaban escondidos y los ratoncitos también. Cuando la veían volar y acercarse se metían en sus madrigueras. Habían aprendido que cuando Águila vuela cerca es para comerse a alguno de ellos. Es la Ley de la Naturaleza. Algunos animales se tienen que comer a otros como alimento para sobrevivir. Pero a los conejos y a los ratoncillos no les hacía ninguna gracia esa Ley. Todos huían despavoridos en cuanto veían algo grande volando en el cielo.
Así que Águila tenía el estómago más vacío que un globo deshinchado. Y como, para poder cazar, las águilas tienen una vista fabulosa, vio desde lo alto que algo se movía, retorciéndose en el barro. Pensó: comida, poca, pero comida. Y, sin dudarlo, se lanzó a volar en picado a por la "lombriz". Que en realidad era el Hombre Pelo lleno de barro. Como estaba pendiente de salir de la trampa en la que había caído, no se dio cuenta de que Águila venía a por él.
En un abrir y cerrar de ojos, Águila le cogió con el pico y se elevó de nuevo por los aires. El Hombre Pelo, al principio pensó que un amable pajarito le llevaba de paseo por los aires. Estaba encantado de ver esos paisajes, liberado por fin del pegajoso barro en el que se había caído.
Desde la altura se veían las montañas muy pequeñas y los ríos parecían arroyos. Algunas nubes estaban abajo en lugar de arriba. Águila y él estaban en el cielo. Todo muy bonito.
Pero, de pronto, todo se oscureció. Notó algo húmedo que le llevaba hacia una cueva. Empezó a moverse desesperadamente para salir de esa cueva que le tragaba. Se vio morir, casi cortada la respiración. Apretado contra las paredes y lleno de unos líquidos rarísimos. Quiso gritar pero no pudo. Y, cuando por fin consiguió decir alguna palabra de socorro, nadie parecía escucharle, porque sus palabras se las tragaban las paredes de esa cueva oscura.
Cuando ya estaba despidiéndose del mundo, de su vida aventurera, ocurrió algo diferente. Unos movimientos de la cueva empezaron a empujarle hacia arriba. Le dolía todo el cuerpo con tanto golpe y tanto apretujón. Y ¡oh, sorpresa! salió otra vez por donde había entrado.
Águila se había posado sobre una roca y expulsó al Hombre Pelo contra ella. Lo que le faltaba. Menos mal que era muy flexible y no tenía los huesos muy duros. Pero el golpe fue morrocotudo. Lo único que le consolaba es que había salido de la cueva garganta de Águila. Tan contento estaba que gritó: "¡Al fin libre!".
Águila estaba muy sorprendida. Una lombriz que sabe a tierra y que además habla. ¡Qué raro!. Mirándole fijamente le dijo, en su lenguaje aguileño, "¿Y tú quién eres?". El hombre Pelo que, en sus viajes por todo el mundo, entendía casi todas las lenguas, le respondió: "Todos me conocen como el Hombre Pelo, por lo delgadito que soy. ¿Y tú quién eres y por qué has intentado comerme?".
Águila se lo explicó: "Creía que eras una lombriz y, con el hambre que tengo, no me he dado cuenta de que tenías barro pegado. Al llegar al estómago, me han dado ganas de vomitar y te he echado fuera". "¡Puaj qué asco!" dijo el Hombre Pelo. "Pero gracias a eso me he salvado de morir".
Águila ya no le miraba como alguien a quien comerse, sino como un amigo simpático. El Hombre Pelo se dio cuenta de que Águila era buena y que había que ayudarla a conseguir comida. Se subió encima de su cuello y le dijo: "¡Vamos en busca de un restaurante!" Águila no sabía lo que era un "restaurante". Nunca había ido a uno, pero este hombrecito parecía saber lo que hacía. Así que siguió sus instrucciones y voló hacia el pueblo más cercano. Aterrizaron detrás del restaurante como le dijo su nuevo amigo y allí encontraron ......
Ilustración: Cristina Llorente
No hay comentarios:
Publicar un comentario