De vuelta a casa, Luchía iba muy contenta. Tenía un nuevo amigo que, además, le ayudaba en las tareas. Entró dando saltos a su casa, lo que mareó un poco al Hombre Pelo.
En el campo y en las ciudades ya había empezado la primavera. Las flores salían de los lugares más increíbles. Entre las piedras, en los pequeños agujeros de las aceras. Incluso por donde pasaban los coches. A veces, parecían agacharse para no morir bajo las ruedas.
Pero las más bonitas eran las amapolas rojas en los campos de trigo. Mucha gente paraba a hacer fotos. Los primeros días, cuando se abrían, tenían un color muy rojo. Luego iban perdiendo color hasta que se caían a la tierra o se las llevaba el viento. Había muchos insectos en ellas. Venían a por alimento y a veces, si se hacía de noche, se quedaban a dormir allí.
Pelo echaba de menos volar con su amigo Viento, entre las amapolas y otras flores. Pero, claro, dentro de la casa de Luchía no había viento.
Mientras pensaba esto, la niña jugaba en su habitación, cantando canciones que a Pelo le gustaron mucho. La verdad es que, en esa casa, no se estaba mal, pero él necesitaba moverse por el mundo. Viajar y correr aventuras.
En ese momento, una abeja entró por no se sabe dónde y se puso justo a lado de donde estaba el Hombre Pelo. Pelo quiso ser amable, porque sabía que las abejas picaban y no quería que le picase. Así que le dijo muy suavemente "¡Hola, abejita!".
Las abejas están acostumbradas a ver y oír muchas cosas, en sus viajes a las flores a coger néctar para hacer miel. Pero Abeja nunca había visto, ni oído hablar a un pelo. Sorprendida, empezó a zumbar con sus alas por si era peligroso y había que irse. Con el aire que producían las alas, Pelo salió volando hacia una esquina de la habitación. Abeja, curiosa, se le acercó y volvió a hacer aire con las alas. Pelo volvió a volar, subió por la pared y fue a caer en el hueco de una ventana. Ahora sabía por donde había entrado la abeja. La ventana estaba entreabierta.
Justo en ese momento, la abeja pasó por allí, para salir por la misma ventana por la que había entrado, y se le enganchó una de las patas al Hombre Pelo. A volar de nuevo, pensó. La abeja quería soltarle, pero Pelo se agarraba con mucha fuerza para no caerse. Debajo de ellos, el campo estaba lleno de flores, y otras abejas volaban cerca, extrañadas de ver a una de sus compañeras con una pata tan larga. No sabían que era el Hombre Pelo colgando de Abeja.
Así llegaron a la colmena. La casa donde vivía Abeja. Las guardianas la olieron para ver si era de las suyas y, al comprobar que tenía el olor de todas, el olor de la Reina Madre, la dejaron pasar. Pensaron también que una de las patas era un poco extraña, pero estaban tan atareadas que no le dieron mucha importancia al detalle.
Pelo se quedó asombrado al ver lo que había dentro de la colmena. Para empezar, estaba llenísima de abejas moviéndose por todas partes. Algunas entraban y salían, en cuanto podían, a toda velocidad. Otras amasaban el néctar de las flores que traían sus hermanas del campo. Lo convertían en miel. "¡Qué rica!", pensó Pelo.
Abeja, que finalmente se había desprendido de Pelo, se le acercó y, viendo que no era peligroso, le dijo: "¿Quieres que te enseñe mi casa?". "¡Por supuesto!", le contestó entusiasmado. No podía perder la oportunidad de ver un mundo tan desconocido para él. Así que, Abeja le volvió a enganchar de una de sus patas y le hizo un recorrido turístico por la colmena.
"En estas celditas de cera están los huevos que pone esa señora tan elegante que ves allí. Es la Reina Madre de todas nosotras. Antes de que ponga el huevo, las trabajadoras le han preparado el nido, la celdilla. Tiene que estar superlimpio y cubierto con una capa muy fina de una sustancia, que las abejas sacamos de los árboles, y que transformamos en un producto que se llama propóleo. Así no hay infecciones en la colmena. Las acompañantes de la Reina, esa corte de jovencitas, la van limpiando, le dan masajes con las patas y la alimentan con una comida fantástica que se llama Jalea Real. La Reina pone un huevo por minuto. Así que, tiene que estar muy bien alimentada.
Pelo estaba fascinado con la excursión. Un poco más allá, había un grupo muy atareado con la miel y con algo que traían en las patas, las abejas que venían del campo. "¿De dónde sacan esas bolitas de colores que llevan en las patas?", le preguntó intrigado. "Eso es polen. Es un polvito muy fino, que cogemos de las flores y que mezclamos con la miel, para poder llevarlo sujeto a las patas. Después, al meterlo en las celdillas, lo amasamos con más miel y lo transformamos en Pan de Abeja, otro de nuestros alimentos".
Pelo quería seguir preguntando, pero en ese momento se formó un gran jaleo. Una avispa había entrado en la colmena y estaba luchando ferozmente con otras abejas.
Ilustración: Cristina Llorente
No hay comentarios:
Publicar un comentario