A Pelo le estaba leyendo un cuento Pete Bahaus, en una casa de Berlín, frente al fuego de la chimenea. En el cuento, un chico llamado Viktor, estaba enamorado y se disfrazó de repartidor de comida, para llegar a la casa de Viktoria, y darle un bebedizo mágico. Al llegar, le tiró toda la comida encima de la ropa. Cuando se cambió, Viktoria le propuso salir a la calle.
"¿Nos vamos a dar una vuelta?". "¡Vale!", respondió Viktor tímidamente. "Adiós, señora y gracias". La madre de Viktoria le sonrió.
Ya en la calle, Viktor quiso decirle la verdad, "Yo no soy repartidor de comida...". "Ya lo sé. Como hablábais en alto, he oído toda la conversación. Tengo que decirte que, tú a mí también me gustas, y que no necesitas ningún bebedizo para que esté contigo". ¡Vaya! ¡Sí que es directa esta chica!, pensó Viktor."
A Pelo, esta historia le estaba gustando mucho. Con el calorcito del fuego y la lectura, se le empezaban a cerrar los ojos, pero no quería perderse lo que ocurriría después, en el paseo de Viktor y Viktoria.
Pelo, en su imaginación, también se fue a pasear con Viktor y Viktoria. Ellos no se dieron cuenta, pero iba a su lado. Un fuerte viento empezó a soplar. "Mi amigo Viento", pensó Pelo. Efectivamente, Viento empezó a hacer su sonido característico: "Fiuuuu, fiuuuuu, estoy aquí". "¿A dónde quieres ir?". Pelo pensó que estaría muy bien irse a ..... Pero Viento es muy juguetón y le tenía una sorpresa. Le iba a llevar de viaje a ver un volcán.
Viktor y Viktoria, mientras tanto, se quedaron paseando por la calle, sujetándose por la cintura, para que Viento no se los llevase. Pelo se fue alejando. Cada vez se veía la calle más pequeñita, allí abajo. "¿A dónde me llevas?", preguntó. "¡Es una sorpresa!, no te lo puedo decir, Fiuuuu, fiuuuu".
Un avión pasó a su lado. A Pelo le pareció ver que alguien le saludaba por la ventanilla. "¿Sería ella?". Pensó que, como no sabía el nombre de su amada, debería inventarse uno. "¿Lucinda?, ¿Beilad?, ¿Vilbud? o ¿quizá, solamente E de Ella?". No, Lucinda le pareció el más apropiado. "Sí, Lucinda suena bien".
Otro avión se cruzó con ellos y, a Viento, se le ocurrió soplar un poco más, y que el avión subiese y bajase. Viento es siempre un poco travieso. A Pelo le pareció oír los gritos de los pasajeros, y la risita de Viento. Menos mal que, estas bromas de Viento, no pasaban de un jueguecito. Aunque, a veces, podía ser muy peligroso.
Llegaron al volcán. Desde arriba se veía toda la lava roja, queriendo salir. Viento le dijo a Pelo: "Vamos a ayudar a que salga". Y, sin pensarlo más, ni esperar la respuesta de Pelo, empezó a soplar hacia abajo. El volcán se puso a echar humo, como si estuviese enfadado. Pronto, la lava salía por los bordes del volcán. Una ciudad cercana, llamada Pompuya, corría peligro.
"¡Te has pasado, Viento!", le dijo Pelo muy enfadado, "¡mucha gente puede morir!". Viento sólo quería jugar, pero se le había ido la mano. Pensó en cómo arreglarlo. Buscó nubes por todas partes. No había ni una. Pelo recordó que él tenía una característica especial, llamada "electricidad estática", y que quizá pudiese ayudar.
Varias chispas eléctricas saltaron de los brazos de Pelo. Sin apenas darse cuenta, una pequeña nube se fue formando. Y luego otra. Y otra y otra. Viento sopló y las fue juntando a todas. En unos minutos llovía a mares. La lava se fue enfriando, y el volcán dejó de estar furioso.
Pelo estaba muy enfadado con su amigo Viento. "Es que me gusta jugar a mover las cosas", se disculpó. "Ya, pero tienes que fijarte si hay alguien alrededor, a quien puedas hacer daño", le regañó Pelo. "Es verdad. A partir de ahora, voy a tener más cuidado".
De pronto, un rayo de las nubes fue a parar a un árbol, que empezó a arder. Pelo no sabía qué podían hacer para apagar el fuego, que estaba quemando el árbol.
Ilustración: Cristina Llorente
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