Pelo entró mágicamente en un teatro, en el que actuaba Pablum. Después de hacerle volar, por encima del público y convertirle en culebra, le hizo desaparecer por una puerta. Apareció en una ciudad desconocida, con murallas. Allí se encontró a un niño, Hiugo, que le reconoció.
Hiugo había leído con mucha atención todas las historias de Pelo, así que le preguntó: "En el cuento de la Alfombra Mágica, ¿vomitaste todo seguido o a trocitos?". "Vomité a trocitos. ¡Menudo mareo me dio cuando bajábamos desde las montañas!"
"Y, cuando te meó el perro, ¿no te arrastró el pis?" "No. Fue un poco asqueroso, pero sólo me saltaron unas gotitas".
Durante mucho rato hablaron de las aventuras y de las dudas que Hiugo tenía. Finalmente, le preguntó si quería ver la parte mágica de la muralla. Pelo no lo dudó. "¡Pues claro que quiero!".
Hiugo llevó al Hombre Pelo a un lugar en una esquina, dentro de la muralla. Parecía una tienda, pero ¿qué vendía?. Tenía algunos juguetes mecánicos, coches, grúas, piezas sueltas con tornillos y cables. Algunos decían, que el dueño de la tienda, era un descendiente del que inventó los proyectores de cine. Seguramente tenían razón, porque en las paredes, dentro de la tienda, había carteles antiguos. Especialmente uno, con un cohete clavado en un ojo de la Luna. Esto le llamó la atención a Pelo. Una Luna con ojos.
Hiugo pasaba por allí siempre que podía. Miraba esas piezas tan interesantes que tenía en el mostrador, pero que no sabía para qué le podrían servir. Y tampoco tenía mucho dinero para comprarlas. Así que, sólo las miraba.
Como iba por allí muy a menudo, el dueño de la tienda se había dado cuenta de su curiosidad, y un día le regaló una rueda voladora. Tenía una goma sujeta a un palo. La rueda se ponía en la goma. Tirabas de ella y la rueda salía volando.
En cuanto llegaron a la tienda se puso a llover. Lo curioso, es que sólo llovía en el trocito donde estaban ellos. El hombre de la tienda, sin decirles nada, les dio un palo con un botón. Cuando lo apretaron, salió una sombrilla que les valió de paraguas. "Gracias", le dijeron. Empezaron a andar y la lluvia les seguía. "¡Qué extraño", pensó Pelo.
Después de un rato, miró hacia arriba y vio que, en el paraguas, había unas palabras, pero no las podía leer porque estaban escritas por la parte de arriba y se veían al revés. Intentó ver si lo entendía. "Agua, va, a ...." . Nada. Imposible leerlo desde abajo. Se metieron en un portal, pero la nube entró con ellos. Una señora salió gritando "¡Fuera de aquí!, ¡que me lo estáis poniendo todo perdido con esa nube que traéis!".
Hiugo y Pelo siguieron andando. Intentaron de nuevo leer las palabras escritas en el paraguas. Pararon un momento y decidieron que, aunque se mojasen, había que leer lo que ponía. Quizá fuesen unas palabras mágicas. Cerraron el paraguas y, justo en ese momento, paró de llover. Se quedaron muy sorprendidos. Lo volvieron a abrir y otra vez comenzó a llover. Varias veces sucedió lo mismo.
Finalmente, prefirieron mojarse y leer lo que ponía. Así fue. Se mojaron, pero leyeron lo que ponía.
"Agua en paraguas, cierra, la lluvia, cierra. Vuela si lo montas"
¿Qué significaba aquello?. Lo primero parecía claro. Si cierras el paraguas, para la lluvia. Lo habían podido comprobar en directo. Pero, lo de "Vuela si lo montas", sonaba raro.
Hiugo le dijo a Pelo: "¿Probamos?". Pelo le miró y se echaron a reír. Un minuto después estaban volando por encima de la muralla de Liugo.
Ilustración: Cristina Llorente
No hay comentarios:
Publicar un comentario