Capítulo 39 - Rescate en la montaña
Alfombra Mágica, llevó a Pelo y a Namuel a visitar el Himalaya, volando por encima de las cumbres. Al llegar al Everest, vieron a unos montañeros en apuros. Les ayudaron a salir de allí.
Alfombra llevó a los montañeros a un lugar seguro, más abajo. Pero les dijo que no se lo contasen a nadie. Que era un secreto, el secreto de las alfombras que vuelan, que sólo podían conocer algunas personas privilegiadas. Prometieron no decir nada. En un instante, Alfombra llevó a Pelo y a Namuel de vuelta al Ganges. Muy cerca había un festival de música india. Ya era de noche y alguien les invitó a dormir en su casa.
"¡Un momento! Ese que está bailando en el escenario ¿no es Gatoni?", dijo Pelo, dirigiéndose hacia el escenario. Gatoni bailaba música india, de pie sobre sus patas traseras. "Es mi amigo Gatoni, un gato especial.", le explicó a Namuel.
Gatoni, al ver a Pelo, se fue hacia un lado del escenario y bajó a verle. Se dirigió primero a Namuel: "Tú tienes un amigo montañero, que se llama Iñaki ¿verdad?". "¡Sí!, ¿cómo lo sabes?", respondió sorprendido Namuel. "Eso no importa, los gatos tenemos percepciones diferentes a vosotros, los humanos. Tu amigo está en peligro". "Lo sé. Se ha caído en el Everest, probablemente esté muerto". "¡No! ¡Está vivo y hay que ir a rescatarle!", respondió Gatoni.
Namuel se puso a actuar inmediatamente. Llamó a un sherpa amigo, guía en estas regiones montañosas. Envió mensajes a los escaladores que podían estar por la zona. >¡Iñaki ha tenido un accidente, pero está vivo! ¡Hay que rescatarle!<, fue el mensaje que envió.
Iñaki y Namuel tenían una buena reputación entre los montañeros y los sherpas. En varias ocasiones, habían ayudado a rescatar a algunos en la misma situación. Así que no es de extrañar que la respuesta fuese unánime, "¡Hay que rescatar a Iñaki!"
No se podía perder ni un minuto. El frío y la falta de oxígeno podían ser fatales. Por no hablar de las heridas o fracturas que, con toda seguridad, se habría producido.
Por un momento, Namuel pensó que creer en lo que "decía" un gato raro, no era muy razonable, pero era la única esperanza. Había que intentarlo.
En unas horas, el equipo de rescate estaba en marcha. Un sherpa les llevó en su helicóptero al campo base y, desde allí, intentó acercarles a la zona donde, probablemente, estaría Iñaki. Ya estaba amaneciendo.
Como si fueran uno solo, los escaladores se pusieron a subir por las peligrosas simas, con nieve impredecible bajo sus pies. Sin apenas referencias. Quizás para llegar al lugar, y que Iñaki no hubiese podido resistir. ¡Eso no había ni que pensarlo! ¡Había que rescatarle!.
"¡Iñaki! ¡Iñaki!", gritó Pelo desde el macuto de Namuel, en el que iba metido. "¡Está allí! ¡En el fondo de aquel barranco!"
Con mucho esfuerzo, Namuel y dos escaladores, que eran hermanos y muy expertos, llegaron hasta Iñaki. No parecía responder. Estaba rígido, cubierto de nieve. Aparentemente congelado.
Le cargaron a sus espaldas, para sacarle de allí.
El sherpa había llevado el helicóptero hasta las proximidades. El riesgo era muy grande. Podría caerse. Nunca un helicóptero había llegado tan cerca de las cumbres. Pero era un amigo al que había que ayudar. En cuanto llegaron al helicóptero, empezaron las maniobras de reanimación. "¡Está vivo, está vivo!", gritó Namuel al resto de compañeros. El helicóptero partió rápido al hospital más cercano.
Iñaki tenía principio de congelación y algunas fracturas, pero ¡estaba vivo!.
Ilustración: Cristina Llorente
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