Los ratones de la cueva, en la que se había refugiado Pelo de la lluvia, le ofrecieron comida. El pan con queso suele estar muy bueno, pero a Pelo le dio la sensación de que aquello no lo iba a estar tanto. Pensó decir que no tenía hambre. Pero no hizo falta. Unas cuantas hormigas se empezaron a llevar el queso y el pan en trocitos, aprovechando que Pelo se había sentado en un rincón y lo había puesto en el suelo.
Un ruido de agua empezó a oírse. "¡Al refugio, al refugio!", empezaron a gritar ratones y hormigas a la vez. Pelo les siguió sin pensarlo ni un minuto.
Una especie de balcones, a ambos lados de la cueva, servían de refugio cuando entraba el agua de la lluvia. El Hombre Pelo se quedó muy quieto, esperando a que pasase aquel río lleno de barro. Aunque allí adentro no había apenas luz, los ojos iban acostumbrándose, poco a poco, a la oscuridad, y era un espectáculo ver el agua corriendo muy deprisa, buscando salida. De pronto, se acordó del almacén de trigo de Musi, la madre de los ratoncitos. Seguro que el agua se lo había llevado todo. Musi, que estaba a su lado, le leyó el pensamiento y le dijo: "No te preocupes, está a salvo. Esto pasa de vez en cuando y el granero está más alto que el agua".
Pelo se dio cuenta, de que los animales son más listos que nosotros en las cosas importantes, y resuelven los problemas mucho mejor que las personas. Él tenía la suerte de conocer esos mundos, que la mayoría de la gente desconocía.
Con estos pensamientos se fue quedando dormido. Sintió una tranquilidad muy grande por todo su cuerpo. Se sentía seguro rodeado de Musi, sus hijos y las hormigas. El ruido del río subterráneo sonaba como una música que, poco a poco, le hizo imaginar que llegaba al mar y flotaba rodeado de ballenas y delfines que jugaban con él.
Unos gritos le despertaron. "¡Rápido, rápido, que se escapa! ¡Lanza el arpón!". Pero bueno ¿qué había pasado?. Si hace un instante estaba quedándose dormido en la cueva con sus nuevos amigos. ¿Cómo había podido llegar hasta allí? ¿Se habría caído al río subterráneo y le habría llevado al mar?. No podía ser. En la caída se habría despertado. ¡Qué extraño!, pensó.
Los pescadores intentaban cazar a una ballena. Eso estaba prohibido, pero estos eran pescadores piratas y sólo querían conseguir su trofeo. Pelo vio como lanzaban un arpón, justo en el momento en el que él se estaba subiendo a la ballena. La punta del arma venía directamente a donde él se encontraba. Se vio morir. "¡Malditos asesinos!", empezó a gritar.
Musi le tranquilizó. "No pasa nada, amigo. Era solamente un mal sueño". Pelo se había quedado dormido. Era sólo eso. Menos mal. Abrió los ojos y pudo comprobar que ya apenas había agua. Y que todos empezaban a andar camino de sus casas. Él también debería salir de allí. Al fin y al cabo, sólo había entrado para refugiarse de la tormenta.
Se despidió de todos. "¡Vuelve cuando quieras!", le gritó Musi. Así lo haría en algún momento. Un sol radiante apareció entre las nubes al llegar a la salida de la cueva. Un arco iris iba de una montaña a otra. Pelo se sentía feliz. Pensó en lo poco que se necesita para sentirse como él se sentía ahora. Oliendo el aire fresco de después de la lluvia. Olor a tierra mojada y a hierba. Pasó por delante de un arbusto que le saludó con su olor perfumado. Era una jara negra. Olía a colonia natural. Y era verde, a pesar de su nombre.
Los pájaros empezaron a cantar, muy contentos también de que se hubiese pasado la tormenta. Las nubes habían regado todo y, ahora, saldrían nuevas flores, que visitarían las abejas y que darían semillas, que servirían de alimento a muchos animales y también a algunas personas.
Pelo se dio cuenta de que, con todo el jaleo, no había comido. Así que, empezó a andar por un camino, a ver si llegaba a algún pueblo cercano y encontraba algo de comer.
Ilustración: Cristina Llorente
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