jueves, 16 de mayo de 2024

Capítulo 15 - El Camino del Puente

 



Los pájaros empezaron a cantar, muy contentos también de que se hubiese pasado la tormenta. Las nubes habían regado todo y, ahora, saldrían nuevas flores, que visitarían las abejas y que darían semillas, que servirían de alimento a muchos animales y también a algunas personas.


Pelo, que había salido de la cueva en la que se había refugiado de la lluvia, se dio cuenta de que, con todo el jaleo, no había comido. Así que, empezó a andar por un camino, a ver si llegaba a algún pueblo cercano y encontraba algo de comer. 


Después de andar varias horas, Pelo no encontraba ningún pueblo. Empezó a buscar alguna fuente para beber. Después de la tormenta el sol calentaba mucho. Por fin, encontró un manantial que salía de la roca. Ummm qué agua tan fresca, pensó. Se mojó la cara y las manos antes de beber para refrescarse. En ese momento, una avispa, que también estaba bebiendo, se fue a por él, sin que Pelo le hubiese hecho nada, y le picó en un brazo. Notó un dolor horroroso. Se acordó de que una vez le dijeron que lo mejor para estas picaduras era ponerse barro. Junto a la fuente había una pared de tierra con barro rojo. Raspó un poco con un palo, lo mezcló con agua del manantial y se lo puso en el brazo que ya se empezaba a hinchar. Notó un alivio inmediato.


El problema mayor es que estaba perdido. ¿Cómo podría llegar a un lugar donde hubiese algo para comer?. Se puso a andar por lo que parecía un camino, pero había muchas zarzas y era muy desagradable avanzar. Un cuervo empezó a volar cerca de él y a hacer los sonidos que hacen los cuervos, craag, craag. Se iba y volvía. Seguía gritándole craag, craag. Los cuervos son muy inteligentes, así que algo quería decirle. De nuevo craag, craag. 


Miró hacia arriba, donde volaba el cuervo, que parecía indicarle con su vuelo "sal de ahí, ese sitio no es bueno". Cuando bajó de nuevo la vista al suelo, pudo ver que una especie de culebra pequeña estaba justamente delante de él. Podría haberla pisado si no es por el cuervo. ¡Era una víbora!. Su veneno podría haberle matado. Retrocedió en el camino. El cuervo seguía volando en una dirección. Le hizo caso y, así encontró un camino más amplio. El cuervo se fue, soltando un último craag, craag. Había cumplido su misión: ayudarle.


Pelo se acordó de lo que le contó un amigo, (¿o quizá fue un familiar?), para cuando estuviese perdido. "Sigue un camino que lleve hacia abajo. Si encuentras un arroyo, síguelo, que te llevará a un río. Y continúa por la corriente del agua hacia abajo. Seguro que, tarde o temprano, encontrarás un puente. Y los puentes suelen estar en caminos por los que pasa gente y que llevan a algún pueblo. Así encontrarás un lugar habitado".


Al principio no supo qué hacer, porque todo era llano. Miró al horizonte y vio un grupo de cigüeñas. Pensó que estos pájaros suelen estar en lugares con gente, sobre todo en torres altas. Así que, se puso a andar en esa dirección. Pronto encontró un camino que bajaba y, enseguida, un pequeño riachuelo y un puente sobre un río más grande. Siguió el nuevo camino, que estaba más cuidado, y con señales de que por allí pasaba gente. En menos de una hora estaba llegando a lo que parecía un pueblo.


No había nadie. ¿Dónde estarían las personas que se supone vivían allí?. Quizá se habrían guardado de la tormenta y estaban metidos en sus casas. Pero llamó a una puerta y no obtuvo respuesta. Llamó a dos o tres más, con el mismo resultado.


En medio de este silencio le pareció oír cantar a alguien a lo lejos. Se dirigió hacia el lugar de donde venían los sonidos. Poco a poco, iban aumentando de volumen. Casi podía escuchar lo que decían. Empezó a andar más deprisa. Allí estaba. Cantando a todo volumen. "Soy feliz, aquí, como una perdiz..."


Era una señora lavando ropa. Con un moño en el pelo. Junto a un árbol de fruta que le daba sombra. Y un perro que se le acercó, con cara de pocos amigos. Con el hambre que tenía, Pelo no podía correr.


"¿A dónde vas Tuffy? ¿No ves que no hay nadie?", le decía la buena mujer. Pero Tuffy tenía muy buen olfato y sabía que por allí se acercaba un extraño. Pelo se quedó inmóvil. 


Ante la insistencia del perro, la señora se acercó también. Pelo aprovechó para decirle: "Buenos días, señora. Tengo hambre". Al verle tan fino como un pelo, le respondió: "¿Tanto hace que no comes que estás tan delgado?"


Ilustración: Violeta Pérez


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