martes, 14 de mayo de 2024

Capítulo 54 - Canesa, la investigadora

 



Llevado por Alfombra Mágica a un hormiguero, Pelo salió de la tierra agarrado a una zanahoria y se encontró con Gatoni, que se lo llevó corriendo a lo alto de un árbol, en un monte cercano. Un tsunami, una enorme cantidad de agua del mar, empezó a entrar en la tierra.


Pelo miró asombrado cómo el agua del mar arrastraba todo. También se oían gritos de gente en el agua. Y, ahora, un enorme pájaro se acercaba hacia ellos.


¡Era Águila Real, la amiga de Pelo!. "¿Has visto ahí abajo lo que ocurre?", preguntó Pelo. "¡Claro!, por eso he venido a rescataros". Gatoni no estaba seguro de que Águila pudiese con él, pero en unos segundos, estaban todos volando hacia otro lugar.


"¿A dónde vamos?", preguntó Gatoni. "No lo sé", le respondió Águila. Unas nubes les taparon por completo. Cuando salieron de esa niebla tan espesa, estaban en un país diferente. Planeando, llegaron a la terraza de un edificio. "Me voy", se despidió Águila. Gatoni y Pelo miraron a su alrededor. No había nadie, o eso parecía. Empezaron a recorrer la terraza. 


Apoyada en la barandilla, detrás de una chimenea, había una chica joven. Al verles llegar les dijo: "¡Hola!, me llamo Canesa, soy investigadora aquí, en Dinamarca. ¿Vosotros quienes sois?". "Yo soy el Hombre Pelo y este es mi amigo Gatoni". "¡Ah, sí!. He leído algunas de vuestras historias. Me lo dijo Pedro, que las escribe en España". "¡Ya estamos con que Pedro escribe las historias!", pensó Pelo, pero no dijo nada. 


"Quiero investigar sobre las diferentes reacciones que produce el veneno de abeja, con el que Pedro trabaja", prosiguió Canesa mientras les invitaba a bajar por unas escaleras muy estrechas. La terraza era la de un edificio moderno pero, según bajaban, todo iba cambiando. Las paredes eran de piedra, como en un castillo de la Edad Media. Y las ropas de Canesa también se fueron transformando en antiguas. Gatoni que, como todos los gatos, veía y sentía cosas que los demás no, le dijo a Pelo: "¡Es una bruja!". "Sí, así nos llaman algunos", le contestó Canesa, que también oía más de lo normal. "En el siglo XXI nos llaman investigadoras". 


"¿Y en qué siglo estamos ahora?", preguntó Pelo intrigado. "En este edificio no existe un único tiempo. Cambiamos varias veces a lo largo del día, según el estado de ánimo". Para demostrarlo, cuando entraron en una gran sala todo era moderno, con instrumentos muy avanzados.


Gatoni se puso a oler por los rincones. Cada olor le daba un mensaje, una historia. Aquí han usado jabón, por aquí ha pasado una hormiga, aquí hay un resto de olor a pedete en el aire. Mientras, Canesa le mostraba a Pelo los resultados de sus últimas investigaciones. "Mira, he descubierto que si mezclas mocos de perro flaco con arena de playa, y lo calientas a muy alta temperatura, obtienes un material que es duro y blando a la vez". "¡Como los pelos!", exclamó Pelo.


Canesa tenía más investigaciones en marcha. Por ejemplo, una mezcla de materiales con la que se pueden pintar paredes  del color que tú quieras. Sólo con decir: "¡Pared, ponte de color, el que sea!", la pared se pone de ese color.


"¡Qué buena idea!", pensó Pelo. "¿Y eso se podría hacer con el pelo de los gatos?". Gatoni, que estaba a todo, saltó inmediatamente a su lado, sin esperar ni siquiera a que Canesa contestase. "¡De eso nada!, ¡Mi pelo se queda como está!". "¡Era una broma!", le respondió Pelo. Canesa no podía parar la risa, imaginando a Gatoni de mil colores. A él no le hacía ninguna gracia.


Pero, lo mejor de todo estaba en una sala aparte. "Mirad, es una nave que te permite viajar dentro del cuerpo humano", les contó Canesa cuando entraron.


"¿Y eso cómo se hace?", preguntaron a la vez Pelo y Gatoni. "¡Muy fácil!. Te colocas descalzo sobre este papel, que tiene propiedades reductoras, y luego te metes en la nave. "¿Qué nave?. Yo no veo ninguna nave", argumentó Pelo.


"Es que, hasta que no te haces pequeño, no la ves. ¿Os apetece hacer un viaje? ". 


Ilustración: Cristina Llorente

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