miércoles, 15 de mayo de 2024

Capítulo 34 - Tomeu y las cabras

 


Una ráfaga de Viento separó a Pelo, de Viktor y Viktoria, cuando paseaban por Berlín. Viento pensó que sería muy divertido enseñarle a Pelo un volcán. Pero, al soplar sobre él, la lava se salió por la ladera. Casi se quema una ciudad cercana, llamada Pompuya. No fue así, porque Pelo produjo electricidad estática y, con las chispas, se formaron nubes. La lluvia apagó la lava. 


Luego, las nubes produjeron una tormenta. Un rayo fue a parar a un árbol, que empezó a arder. Pelo no sabía qué podían hacer para apagar el fuego, que estaba quemando el árbol.


Cuando paró la tormenta, Viento llevó a Pelo a la pradera en la que estaba ardiendo el árbol. Unos campesinos intentaban apagar el fuego, para que no se quemase todo lo que había alrededor. 


Pelo se dirigió a ellos, "¡Pobre árbol!". Los campesinos estaban acostumbrados a ver muchas cosas raras, así que no les extrañó que un pelo hablase. "La Naturaleza es así. Ese árbol era muy poderoso. El más grande de toda la zona. El hueco que ha quedado dentro, al caer el rayo, servirá para que las abejas se refugien y hagan cera y así, fundar una nueva colmena".


Pelo recordó cuando estuvo dentro de una colmena*. Pudo ver toda la actividad que había allí adentro. Y la miel que guardaban en los panales. Pensó que, tener una casa tan buena como ese árbol, les iba a encantar a las abejas. Le hubiese gustado saber por qué el rayo eligió, precisamente, ese árbol. Una nube en el cielo pareció darle la respuesta.


Se podían leer una especie de letras escritas, con forma de nube. Atracción, parecía poner. Pelo se puso a pensar: "Atracción es lo que han sentido el árbol y el rayo. Este árbol seguro que es tan grande porque, debajo de él, hay una fuerza poderosa que le hace crecer más que a los otros. Sus ramas se extienden al cielo, como queriéndose unir a él. Y los rayos quieren ir a la tierra. Les gusta darle un beso muy fuerte, a veces destructor. Un beso fogoso".


"Seguramente, el árbol y el rayo, se sintieron atraídos por una fuerza poderosa. Como cuando dos personas se enamoran. Y el hijo de ambos sería la colmena, que viviría en el interior del árbol", siguió pensando Pelo.


No se había dado cuenta, pero a su lado, una mariposa pareció saludarle con sus alas, al posarse en el suelo. Era muy blanca, brillante. Movía las alas, como si latiese un corazón, pero más lentamente. Un niño campesino se le acercó despacito, para no asustar a la mariposa. Tampoco le extrañó, ver a un Pelo con ojos. "Dicen que las personas, cuando mueren, se convierten en mariposas. Hace unos días se murió mi abuela. Seguro que es ella, que viene a vernos". 


A Pelo le pareció que eso era muy posible. Y muy bonito. Le saludó "¡Hola!, soy Pelo". "Y yo Tomeu, ¿quieres que te enseñe mis cabras?" . Pelo no lo dudó ni un momento. Se levantó, inmediatamente, y se fue detrás de Tomeu. 


Llegaron a un lugar de la montaña, con unas vistas impresionantes. Una casa, de piedra y tejas, echaba humo por la chimenea. Detrás había una valla, también de piedra, con unos tejados y grandes ventanales abiertos por delante. "Mira, en aquella caseta cerrada, están los chivos". "¿Qué son los chivos?", le preguntó Pelo. "Son las cabras más pequeñas. Cuando llegan sus madres que están en el campo, les dan de comer la leche, que llena sus ubres", le explicó Tomeu.


A lo lejos, se empezaron a oír las campanillas de las cabras. En un rato, estarían de vuelta a casa.


Tomeu invitó a Pelo a unos higos, que habían cogido de su propia huerta. Estaban riquísimos. Las cabras ya estaban entrando en el corral. Pelo y Tomeu se fueron a verlas. Al abrirle la puerta a los chivos, se fueron corriendo en busca de sus madres. Enseguida se encontraron, por el olor. Y empezaban a mamar. A las demás cabras, los campesinos empezaron a ordeñarlas, para sacarles la leche y hacer queso.


El abuelo, aunque era mayor, estaba muy ágil y pasaba de un cabra a otra, rápidamente. Tomeu le dijo a Pelo, muy orgulloso: "Ese es mi abuelo Chraspín".


* Ver Capítulo 11 - El Hombre Pelo y Abeja


Ilustración: Violeta Pérez


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