jueves, 16 de mayo de 2024

Capítulo 5 - El Hombre Pelo y la Alfombra Mágica

 




Después de salir de la casita de madera donde había dormido, Pelo se puso a andar. ¿Y eso que hay junto al árbol, tirado en el suelo, qué es?. El hombre Pelo se fue acercando poco a poco, por si acaso. De pronto, aquello se empezó a mover. Sorpresa. Era su amiga Alfombra Mágica, a la que conoció en un lejano país que llamaban Persia. Alfombra Mágica también quedó sorprendida al ver por allí a su viejo amigo, el Hombre Pelo.


"Pelo ¿qué haces tú por aquí?" Pelo no dudó ni un segundo: "Si me llevas volando a aquellas montañas, te cuento lo que he vivido en los últimos días". "Eso está hecho, sube" dijo Alfombra Mágica. "Sube que nos vamos".


En un abrir y cerrar de ojos, estaban volando por encima de los árboles. Al Hombre Pelo le encantaba volar de esta manera, cómodamente sentado en la Alfombra Mágica, con los pájaros acompañándoles, extrañados de que una alfombra volase. Los pájaros hablando su propio idioma,  que es muy musical. Una vez les acompañaron una bandada muy grande y, como iban en el medio, parecía que estaban en una sala de conciertos. 


A Pelo también le gustaba tumbarse sobre Alfombra y mirar por el borde hacia abajo. Ver los ríos haciendo curvas y más curvas. Y de pronto, una nube que lo tapa todo y luego se va yendo, como si también fuese de viaje. Allí abajo las personas son muy graciosas, andando como hormigas. Haciendo de todo como si lo vieses en un mapa. Y mientras, el viento dándole en la cara. Eso sí, tenía que agarrarse con fuerza porque ya sabéis que Viento, a veces, se pone "graciosillo" y juega con todo lo que hay por donde pasa y, sin darse apenas cuenta, se convierte en un huracán que ya no tiene ni pizca de gracia. Una vez vio una casa de madera dando vueltas por los aires, con la gente dentro chillando y agarrándose a las ventanas.


Con estos pensamientos, Pelo no se había dado cuenta de que estaban llegando a las montañas y, a esa altura, el aire se enfría con la nieve. Le pidió a la Alfombra Mágica, que bajase un poco, hacia un lugar que parecía más templado. Pero lo hizo tan rápido que Pelo se empezó a marear y vomitó. Alfombra se llenó de porquería, por lo que tuvieron que ir a un río a lavarse. "Lo siento", le decía Pelo. "Ha sido por mi culpa", le respondió Alfombra, "Pensé que te gustaría bajar en picado". 


Menos mal que, junto al río, hacía buena temperatura y se pudieron bañar los dos en el agua. Ya limpios se tumbaron al sol a secarse. Mientras, los peces del río se comían los restos de lo que había vomitado el Hombre Pelo. ¿Dónde le cabría tanta comida a Pelo siendo tan fino?. Eso era un misterio.


Ya casi secos, Alfombra le preguntó sobre lo que había vivido últimamente. Según se lo estaba contando, oyeron un ruido, como pisadas sobre hojas. Era un perro que se dirigía hacia ellos. No parecía muy agresivo, pero nunca se sabe. Pararon la conversación y esperaron a ver qué pasaba. Como sabéis no hay nada que le guste más a un perro que mearse en un árbol, en una esquina de una casa o.... ¡en una alfombra!. Y ni corto ni perezoso levantó la pata y soltó una gran meada sobre Pelo y Alfombra. 


"¡Puaj, qué asco!" dijeron Pelo y Alfombra a la vez. El perro, al oír hablar a una alfombra y a alguien invisible, salió corriendo asustado. Para terminar la faena, una paloma que pasaba por allí echó una cagadita que fue a caer ¿adivináis dónde?. Efectivamente, encima de Alfombra, salpicando a Pelo.


Menos mal que estaban cerca del río y se podían lavar otra vez, pensaron los dos. Pero no les dio tiempo. Una niña venía cantando cada vez más cerca. Cuando se puso enfrente de ellos pensaron que lo peor estaba por venir. La pesadilla no había terminado.


"¡Andá, que alfombra más bonita!", dijo la niña, pisando la esquina con un pie. "Me la voy a llevar a mi habitación". Pero se dio cuenta de que estaba mojada por la meada del perro y con una gran cagadita de paloma en el medio. Sin pensarlo dos veces la metió en el río para lavarla. Pelo, que estaba sujeto a Alfombra por el miedo, también entró en el río. La niña golpeaba y estrujaba la alfombra con fuerza. Cuando les sacó fuera, tenían golpes por todas partes, pero por lo menos estaban limpios. Les puso al sol y esperó a su lado para que se secaran. Mientras, la niña cantaba canciones muy bonitas. Pelo y Alfombra no se atrevían a decir ni mu, por si acaso. 


Una vez secos, la niña enrolló la alfombra y se fue andando para su casa. Pelo no podía dejar sola a su amiga Alfombra, así que se fue detrás de las dos. 


Ya se veía la casa y, en la ventana, una señora gritaba: "Pero Nieves ¿qué traes ahí?". La niña se dio cuenta de que su madre le iba a hacer tirar la alfombra a la basura, y a ella le gustaba mucho. Así que, se le ocurrió decir que era mágica, para que le dejase ponerla en su habitación. "Mamá es que esta alfombra es mágica, la he visto volar", mintió, "déjame que la tenga sólo un día en mi habitación".


Ilustración: Violeta Pérez

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