Canesa, una investigadora española que vivía en Dinamarca, llevó a Pelo y a Gatoni en una nave muy muy pequeña, al interior del cuerpo humano. Después de ver muchas cosas, salieron por un poro de la piel.
Ahora estaban en una calle con muchas personas a su alrededor. Para poder viajar dentro de la nave tuvieron que hacerse muy pequeños. Pero, en unos minutos, volverían a su tamaño original. Mejor esconderse hasta que crecieran. Podrían pisarles los transeúntes.
Estaban metidos en un portal muy antiguo. Una mujer pasó por su lado con una escoba. En ese momento, Gatoni recuperó su tamaño habitual. Canesa, aún de tamaño molécula, estaba investigando las partículas de polvo que la rodeaban. Pelo estaba creciendo, poco a poco. La señora de la escoba se puso a barrer con muchas ganas. "¡Fuera gato!", le dijo a Gatoni, mientras le daba con la escoba un empujón. Pelo salió volando con unas pelusas a la calle, en uno de los movimientos de la escoba. Y Canesa creció justo en el momento en el que la escoba iba a barrerla.
Asustada la señora por la aparición de una Canesa de tamaño natural, soltó la escoba y subió las escaleras a toda velocidad, gritando: "¡Fantasmas!, ¡hay fantasmas!". Canesa salió por la puerta hacia la calle, como si no hubiese pasado nada. Buscó a Pelo y a Gatoni, pero no les encontró. Decidió volver a su laboratorio.
Mientras, Gatoni se había subido a un tejado y, de un salto, alcanzó una nube que pasaba por allí. Pronto estaba yendo hacia otro lugar.
Pelo se refugió en una librería antigua. Un hombre de barba y pelo blanco, quitaba el polvo a algunos de los libros que se almacenaban por todas partes. "¡Vaya!, ¡un ejemplar de la primera edición de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne!", dijo muy contento el librero. "Como que me llamo Kontiki, que este ejemplar se lo voy a reservar a mi amiga Canesa. Le encantan estos libros". "¡Canesa!", pensó Pelo, "¿Será la misma Canesa que habían conocido y con la que había viajado al interior del cuerpo humano?".
El viejo librero cogió el teléfono y llamó. "¿Canesa?, tengo un libro para ti ¿cuando podrías pasar a verlo?. ¿Mañana?. ¡Perfecto!". Pelo decidió que esperaría hasta el día siguiente, para ver si era la misma Canesa que él conocía.
Encima de una mesa quedaban unos restos de un bocadillo de queso. Pelo tenía hambre, así que se acercó y cogió un poco. La campanilla de la puerta de entrada sonó. Un joven con barba dio los buenos días mientras entraba. "Estaba buscando ediciones antiguas de libros de Julio Verne", le dijo directamente al librero Kontiki. "Pues en estos momentos acabo de encontrar una primera edición de Viaje al Centro de la Tierra...", le empezó a contar. "¡Me lo quedo!", le respondió el joven, sin dejarle terminar. "Lo siento, pero tiene que esperarse a mañana. Quizá lo quiera una persona que ha quedado en venir a verlo". "¡Le ofrezco el doble de lo que le fuese a dar!", soltó el impetuoso joven barbudo.
Pelo asistía a esta conversación muy atento. No podía consentir que le quitasen el libro a Canesa. Si es que era la Canesa que él conocía.
"Tendrá que esperar a mañana", le respondió Kontiki al joven. "Está bien. Mañana estaré, otra vez aquí, sin falta".
El librero envolvió el libro con un papel de seda que tenía para los libros especiales y lo puso en un cajón de su mesa.
Pelo se fue a echar una siesta encima de los libros de una estantería.
Mientras, Gatoni corría por los tejados de la ciudad, en busca de un lugar en el que refugiarse. Al pisar fuerte en una de las tejas, ésta se movió y Gatoni entró por un agujero que había debajo. Se sintió caer durante un buen rato. Al apoyar sus patas en el suelo (ya se sabe que los gatos caen siempre de pie), notó un olor raro, un olor a humedad. ¿En dónde se encontraba?.
Ilustración: Cristina Llorente
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