Como ya sabéis por el capítulo anterior, Águila confundió al Hombre Pelo con una lombriz y como tenía tanta hambre se le tragó. Unos minutos después le vomitó porque estaba lleno de barro. Después de hablar con él, Águila ya no le miraba como algo para comer, sino como un amigo simpático.
El Hombre Pelo se dio cuenta de que Águila era buena y que había que ayudarla a conseguir comida, porque tenía mucha hambre. Se subió encima de su cuello y le dijo: "¡Vamos en busca de un restaurante!" Águila no sabía lo que era un "restaurante". Nunca había ido a uno, pero pensó: "Este hombrecito parece que sabe lo que hace". Así que siguió sus instrucciones y voló hacia el pueblo más cercano.
Aterrizaron detrás del restaurante, como le indicó su nuevo amigo, y allí encontraron restos de comida en la basura. Águila tenía tanta hambre, que se lanzó a comer todo lo que podía. Con tanta prisa, no se dio cuenta de que, el cubo de la basura, empezaba a moverse peligrosamente para todos los lados. En uno de esos movimientos, el cubo se cayó al suelo, produciendo un ruido tan fuerte, que hizo que saliera uno de los cocineros a ver qué pasaba. Salió con un cuchillo en la mano que estaba utilizando para cortar queso. Águila empezó a mover las alas para levantar el vuelo, pero se chocaba contra el suelo y con el cubo caído. El cocinero se acercaba con el cuchillo en la mano. Sus gestos no eran de amistad. Águila ya se veía convertida en una plato de pollo frito para el restaurante.
El Hombre Pelo observaba la escena aterrorizado. Acababa de hacer una amiga y su vida ya corría peligro. Sin pensarlo ni un segundo, se lanzó a la cabeza del cocinero, justo detrás de la oreja, camuflado entre los otros pelos de verdad. Una vez allí empezó a gritar: "Fuego, fuego, fuego". El cocinero se paró en seco. No hay nada que aterrorice más a los seres humanos, que oír la palabra fuego. Así que, se dio media vuelta hacia la cocina, que era el único lugar donde podía haber un fuego.
Águila aprovechó la ayuda de su amigo para salir volando tan lejos como pudo. Mientras, el cocinero miraba y miraba a ver dónde estaba el fuego, sin encontrarlo, porque no había ningún fuego. La idea del Hombre Pelo, para salvar a su amiga, había funcionado, pero ahora era él el que se encontraba en peligro, si le descubrían.
El cocinero, preocupado por las voces que había oído, empezó a tocarse la cabeza, con tan mala pata que el Hombre Pelo se le quedó enganchado en uno de los dedos. El cocinero se sacudió la mano y, el Hombre Pelo, fue a parar a uno de los platos de sopa, que un camarero iba a servir. Como la sopa es uno de los platos preferidos de Pelo, le pareció que estaba de suerte y se puso a comer, porque él también había empezado a tener hambre con tanto ajetreo.
El camarero llevó la sopa a la mesa correspondiente. Allí, una mujer muy guapa, acompañada de un joven también muy guapo, estaban esperando para comerse esa deliciosa sopa que les traían.
A la joven le tocó el plato en el que el Hombre Pelo estaba disfrutando. Al llevarse la cuchara a la boca, Pelo le gritó: "¡Por favor, no me comas!". No quería repetir la experiencia de la cueva oscura que tuvo con Águila.
La chica horrorizada lanzó la cuchara al aire gritando: "¡Qué asco, un pelo en la sopa! ¡Y además habla!". El resto de los que estaban en el restaurante pensaron que se había vuelto loca. Así que no le hicieron mucho caso. Aprovechó el Hombre Pelo esta confusión para salir del restaurante como pudo.
Un fuerte viento le esperaba en la puerta de salida y le levantó hacia el cielo, mientras escuchaba decir al Aire: "¡Fiu, que divertido, Fiu, ¿quieres que te ayude?". En esta situación el Hombre Pelo no tenía mucha elección, así que le contestó que sí. Aire le susurró "¿Y a dónde quieres que te lleve?". "A un sitio tranquilo, por favor". Y dicho y hecho, le llevó a la habitación de (aquí el nombre del niño o los niños o niñas a los que se les está leyendo el cuento). Detrás de él, la mamá cerró la ventana que se había abierto con el Aire. El Hombre Pelo estaba tan cansado, que se tumbó en la alfombra y no pudo evitar que se le escapase un pedete. Tanto aire le había afectado. Los niños lo oyeron y empezaron a buscar quién había sido. Pelo respondió: "Perdón, he sido yo, es que he tragado mucho aire cuando he venido volando". "¿Volando? ¿Y eso cómo se hace?".
En ese momento, entró la madre, "¿Con quién habláis?".
Ilustración: Violeta Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario