El Hombre Pelo seguía escuchando decir cosas al vagabundo de la alcantarilla en la que había caído, "Por fin tengo a alguien con quién hablar, que no sean ratas. Creo que vamos a ser buenos amigos, ¿no te parece?". El Hombre Pelo no sabía si contestar o no. Para él, un amigo era algo más que tener a alguien con quién hablar. Finalmente, dijo: "¿Cómo se sale de aquí?". El vagabundo soltó una enorme carcajada, que se oyó por toda la alcantarilla. "Ja, ja, ja, siento decirte que de aquí no se sale nunca".
Las carcajadas de este habitante de las alcantarillas hicieron eco en la cabeza de Pelo, "de aquí no se sale nunca, no se sale nunca, nunca nunca....".
Pelo estaba horrorizado. No salir de allí le parecía lo peor. Pero no era de los que se rendían ante un problema. Decidió que eso de no salir nunca era sólo para los que vivían allí, las ratas, las culebras comecacas y el vagabundo. Para él no. Empezó a pensar en cómo era el mundo exterior, con su cielo azul, sus nubes y su sol. Con gente paseando que, a veces, no comprendían que se oyese hablar a alguien como él, que apenas veían. Y los niños, que sí le comprendían, cuando entraba en sus habitaciones, llevado por su amigo Viento o por Alfombra Mágica.
Y, sobre todo, lo que más le hacía querer salir de este lugar inmundo era su Amor. Porque Pelo estaba enamorado. Muy pocas personas lo sabían, pero él tenía un Amor.
La primera vez que la vio, fue mientras intentaba cruzar un paso de peatones. Esto no era fácil para el Hombre Pelo. Ningún coche le veía y claro no paraban para que pudiese cruzar. Después de un rato esperando, una guapísima chica se puso a su lado. Él la miró y se quedó embobado. Fue un flechazo. Amor a la primera. Tan embobado se quedó que, cuando ella empezó a cruzar, sólo pudo mirar cómo lo hacía. Moviendo su melena y sus caderas al mismo tiempo. Parecía volar en vez de andar.
Cuando Pelo se quiso dar cuenta, su amada estaba al otro lado. Y él seguía sin poder cruzar. Se arrimó a un árbol y se quedó apoyado en él. La esperaría hasta que volviese. No le importaba el tiempo que tuviese que estar allí. Merecía la pena.
Vino mucha gente y cruzaron el paso de peatones, pero Pelo sólo quería cruzarlo con una persona, la chica de la melena que parecía volar en lugar de andar.
Ya se estaba haciendo de noche, cuando vio como a lo lejos venía el irrepetible movimiento de su amada. Sí, era ella. Se puso tan nervioso después de tanto esperar que, al dirigirse al borde de la acera, se enganchó con los pelos de un perro, que cruzaba con otra persona. Sólo pudo verla pasar junto a él, cruzando en sentido contrario. Y oler su perfume. Un olor indescriptible que nunca antes había olido. No era perfume, era su olor natural.
Un olor inolvidable que ahora, metido en la alcantarilla, con el vagabundo hablándole, le parecía muy muy lejano, pero que le daba fuerzas para salir de allí.
Pelo volvió más veces al mismo lugar, para ver si su amada volvía a pasar. Pero no volvió a aparecer. Quizá sólo existe en mi imaginación, pensó. Triste y cabizbajo se fue andando por la acera. Aunque se la hubiese imaginado, el amor era de verdad y quería volver a verla alguna vez.
Pasaron muchos meses, en los que Pelo viajó por diferentes lugares, siempre viviendo aventuras con sus amigos Viento, Aguila Real, Alfombra Mágica. Poco a poco, la imagen del cruce de peatones y su olor, se fueron quedando atrás. Aunque no se le olvidaba.
Un día, cuando ya pensaba que no la vería jamás, apareció delante de sus ojos, ¡en un anunció en la pared!. Un anuncio de gafas, con un mensaje que parecía dirigido a él. "Te voy a ver de nuevo". No se lo podía creer. Estaba allí y con un mensaje clarísimo de que se iban a volver a ver.
Después de un buen rato mirando el cartel, Pelo se dio cuenta de que estaba pensando tonterías, que el mensaje no podía ser sólo para él. Miles de personas lo leerían y, quizá, más de uno pensaría lo mismo. Un mensaje personal de esa chica tan, tan, tan...... todo.
Ya se estaba dando la vuelta cuando, en la acera de enfrente, cruzando, estaba de nuevo ella. Pelo se puso a hacer gestos "¡Estoy aquí, te veo de nuevo!, ¿Cómo te llamas?". La gente a su alrededor miraba a todas partes, extrañados al oír voces y no ver a nadie.
Cuando la chica iba por la mitad, pareció recordar que se había olvidado de algo y se dio la vuelta. Pelo no sabía si llorar o salir corriendo detrás de ella. Salió corriendo, pero, entre tanta gente, perdió de vista a la chica.
Sentado en un banco, muy triste, pensó que, por lo menos, ahora sabía que no era producto de su imaginación. Ella existía y no pararía hasta encontrarla y declararle su amor. Así que, se puso a andar en busca de la tienda de gafas, para que le dijesen cómo localizarla.
Ilustración: Cristina Llorente
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