Empujado por el fuerte viento, que le esperaba en la puerta de salida del restaurante del que huía, el Hombre Pelo llegó hasta una casa. El viento abrió una de las ventanas por la que entró en la habitación de (aquí el nombre del niño o los niños o niñas a los que se les está leyendo el cuento).
Detrás de él, la mamá cerró la ventana que se había abierto con el Aire. El Hombre Pelo estaba tan cansado, que se tumbó en la alfombra y no pudo evitar que se le escapase un pedete. Tanto aire le había afectado. Los niños lo oyeron y empezaron a buscar quién había sido. Pelo respondió: "Perdón, he sido yo, es que he tragado mucho aire cuando he venido volando". "¿Volando? ¿Y eso cómo se hace?".
En ese momento, entró la madre, "¿Con quién habláis?".
Los niños respondieron: "No, con nadie" y no mentían. En realidad, aún no sabían si hablaban con alguien o se lo estaban imaginando. Así que, cuando se fue la madre, le volvieron a preguntar: "¿Cómo puedes volar?".
El Hombre Pelo estaba muy cansado, después de todo lo que le había pasado en el restaurante con Águila, y sólo quería dormir, pero le preguntaban con tantas ganas, que no podía echarse a dormir sin más y no responder. No le dejarían. Así que se armó de paciencia y empezó a contarles esa parte de su historia.
Todos me llaman el Hombre Pelo porque, como veis, soy delgadito como un pelo y, por eso, casi nadie me ve. Y, si me sopláis, salgo volando.
Un día, cuando estaba tranquilamente durmiendo la siesta en el campo, encima de una roca, empecé a oír un sonido lejano parecido al de una flauta. Fiuuuu, fiuuuuu.
Al principio me gustó bastante. Era como música, que me ayudaba a dormir. Pero, poco a poco, el sonido se fue acercando. Fiuuuuu, fiuuuuu, fiuuuuu. Como tenía mucho sueño, intenté seguir durmiendo. Al poco, una hoja cayó sobre mi. Abrí los ojos, para ver qué estaba pasando.
En el cielo había unas águilas volando. Parecía que les gustaba volar, casi sin mover las alas. Más abajo, un montón de hojas secas también "volaban". Esto me pareció un poco raro, porque las hojas no vuelan, pero, como me acababa de despertar, pensé que era parte de un sueño.
La flauta ya sonaba casi dentro de mis oídos. Fiiiiiuuuuu, fiiiiiiuuuuu, fiiiiiiuuuuuuu. En ese momento, oí una voz que parecía cantar muy contenta: "Soy Aire, soy Aire", casi parecía que lo decía bailando "Soy Aire, soy Aire".
Abrí bien los ojos para ver quién me hablaba, como vosotros hace un rato al oírme. Pero no vi a nadie. La voz seguía diciendo "Soy Aire, soy Aire". Y añadió: "Yo produzco el viento, que hace volar a todos".
Entonces lo comprendí todo. El Aire se movía para producir el viento, que permitía volar a las águilas sin mover las alas, y a las hojas "volar" hacia mi. No pude pensar más, porque el Aire con su viento me alcanzó y me llevó volando, acompañado por cientos de hojas, que parecían una bandada de pájaros de color marrón clarito.
Una de esas hojas se puso debajo de mi y me pareció oírle decir: "¡Súbete!". Me dejé llevar. Fue un viaje delicioso. Montañas, ríos, pájaros, el sol, la luna, pueblos, gente andando. Y yo arriba mirándolo todo.
Poco a poco, el viento fue parando y la hoja bajó a la tierra, conmigo encima de ella. Me dejó entre la hierba verde. Por si acaso me contestaba, le pregunté: "Aire ¿dónde estás?". "Aquí, aquí, aquí. Tú no me ves, pero yo estoy por todas partes".
Desde entonces, viene a ayudarme cuando le necesito, aunque, a veces, se enfada y produce huracanes que pueden levantar casas y árboles.
De pronto, se dio cuenta de que estaban muy callados. Miró a las camas y vio que todos estaban dormidos. No podía quedarse allí. Seguro que, a la mañana siguiente, se lo contarían a su madre y tendría que dar explicaciones. Según estaba pensando esto, apareció el gato de la familia. Pasó por su lado, le olió y el Hombre Pelo se le quedó pegado a los bigotes. Con el movimiento le empezó a hacer cosquillas y salió corriendo por el pasillo. El Hombre Pelo se agarró con fuerza al bigote del gato y se preparó para una nueva aventura.
Ilustración: Violeta Pérez